El IVA es un impuesto que grava al valor de las transferencias locales o importaciones de bienes muebles, en todas sus etapas de comercialización y al valor de los servicios prestados. No tiene en cuenta la renta del ciudadano ni sus circunstancias personales y se aplica a todos por igual. Así, quien menos tiene sufrirá más presión fiscal por su cobro. El IVA (impuesto al valor agregado o impuesto sobre el valor añadido) es una carga fiscal sobre el consumo, es decir, financiado por el consumidor como impuesto. En Panamá se llama Impuesto de Transferencia de Bienes Muebles y Servicios (ITBMS) y es del 7%. Los países de la Unión Europea poseen los valores más altos (21%), pero incluyen subsidio por desempleo y el servicio médico correspondiente. Paradójicamente países considerados ricos mantienen este impuesto no equitativo relativamente bajo, así: Canadá 5%, Estados Unidos 4%, Suiza 7,7%, Japón 8%, Corea del Sur 10%, Singapur y Tailandia 7%. Incluso Ghana, país emergente africano mantiene su IVA en 3%. En el clima de corrupción generalizada e ineficiencia gubernamental en el mundo entero, me pregunto sobre la pertinencia de un impuesto que grava sin equidad a la población, generando desigualdades sociales y alimentando un leviatán estatal que no responde a las necesidades de los ciudadanos.