La tremenda congestión que causó el deslave de la vía que une Alóag con Santo Domingo y que conecta la capital y el centro del país con las principales vías a la Costa pudo ser prevista.
Es verdad que la topografía de la sinuosa cordillera de Los Andes no ayuda para evitar deslizamientos. También es cierto que en temporada invernal los derrumbes son reiterados, no se pueden evitar.
Todos conocemos esa situación. Sabemos, además, que en los feriados los desplazamientos suben en número y la congestión vehicular se suma a las dificultades de las vías y sus curvas pronunciadas, a la imprudencia de conductores y las fallas mecánicas.
Justamente por esa conciencia es que no se entiende cómo las autoridades responsables no tomaron precauciones para habilitar rutas alternativas, no fue posible la coordinación para impedir el caos que se produjo en la tarde y la noche del domingo y la madrugada del lunes, cuando miles de personas transitaban de regreso de la Costa. Hubo trayectos que se cubren en seis horas en las que los conductores tardaron 15 horas.
Todo el tráfico que circula por el desfiladero de Santo Domingo intentó llegar a Quito por la vía del noroccidente y entre San Miguel de Los Bancos y la Mitad del Mundo el atasco fue colosal. Para colmo, se habían dispuesto dos vías de subida, pero algún desprevenido habilitó el tráfico de bajada y entonces: colapso total. Hace solo unos años, el Prefecto de Pichincha lideraba personalmente las acciones de coordinación, e incluso promovía un plan integral que dejaría atrás los ya entonces difíciles problemas viales.
Ahora, mientras estas tareas son desatendidas, el primer personero de Pichincha se pasea por tarimas y burós en plena campaña por el sí. Inaceptable.