Una caída desde el tren de aterrizaje del vuelo XL1438, a 300 metros de altura, los separó. En vida, Luis Chimbo y Marco Pichasaca, de 16 y 17 años, lo compartieron casi todo: juegos, música, estudios, trabajo… e incluso el sueño de llegar a Estados Unidos.
Estos primos eran oriundos de Cachi, cantón El Tambo, provincia de Cañar. Sus casas están separadas por menos de 100 metros en esta comunidad indígena mal iluminada, de calles angostas y de tierra, donde la pobreza se ha quedado en los rostros de los niños.
Nadie alcanza a imaginar cómo la mañana del lunes, 26 de febrero del 2018, ingresaron en el tren de aterrizaje del Boeing 767-300, que arribó desde Lima al aeropuerto internacional José Joaquín de Olmedo de Guayaquil. Cuando el avión despegó con destino a EE.UU., los jóvenes cayeron.
Chimbo y Pichasaca empezaron el viaje el domingo. Esa mañana todo parecía normal y nadie tenía prisa o planes de viajar. Como todos los días, ordeñaron las cuatro vacas, desayunaron y compartieron juntos hasta las 11:30.
Esa fue la última vez que María Cruz Pichasaca, de 45 años, vio a sus sobrinos. En la tarde, María Luz Simbaña les hizo una carrera hasta el centro de El Tambo. Vestían sencillos y con sus mochilas del colegio en sus espaldas.
De allí viajaron a Guayaquil. Los dos tienen hermanos en EE.UU. que les apoyaban en sus planes de migrar. Pero los padres desconocían que ese lunes viajarían, cómo sería el trayecto y quién los llevaría.
Los dos adolescentes fallecieron al caer de un avión que iba a EE.UU. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Una vecina presume que Pichasaca se apresuró para reunirse con su pareja, que migró hace dos meses y a quien no veía por problemas entre familias. De esa relación hay un bebé de 3 meses que quedó al cuidado de un tío materno.
Los Chimbo y Pichasaca ni denunciaron las desapariciones de sus hijos ni los buscaron. Los vecinos tampoco se percataron de sus ausencias.
Los dos viajes fueron pactados y financiados por familiares que están fuera del país, dijo la hermana de uno de los polizones fallecidos. Un coyote cobra por el viaje USD 15 000 por adulto y sobre los 20 0000 por menores de edad.
Empiezan con engaños porque les ofrecen viajes –sin visa–
y ‘seguros’, dijo el concejal del cantón, José Pizha. El fiscal de Cañar, Romeo Gárate, indicó que cuando ocurren tragedias como la de los polizones, los familiares no dicen la verdad porque se sienten culpables, por las amenazas del coyote o porque les ofrecen devolver el dinero del anticipo.
Pizha cree que se trataba de jóvenes inocentes, que venían de familias muy pobres, no eran sociables y apenas hablaban el español porque tenían como lengua nativa el kichwa.
Entonces, no podían saber qué avión y a qué hora iba a EE.UU., en qué parte podían esconderse y cómo ingresar a una zona restringida del aeropuerto internacional.
El concejal no descarta que los involucrados en estas muertes pusieron a los jóvenes como carne de cañón para experimentar este tipo de viaje suicida, como una nueva forma de llevar a los migrantes.
William Murillo, representante de la organización privada 1800-Migrantes, también cree que alguien se aprovechó de la inexperiencia de los jóvenes para lucrar, “porque es un viaje suicida. A 38 000 pies de altura no hay oxígeno y la temperatura llega a 50 grados bajo cero”.
Hasta ahora se conocía de las travesías de los migrantes con documentos alterados, vía marítima escondidos en los barcos de mercadería o atravesando el desierto de la frontera México-Estados Unidos a pie o nadando por los ríos.
No obstante, ninguno de estos viajes es seguro. Según datos del Viceministerio de Movilidad Humana, entre el 2016 y lo que va del 2018 repatriaron 39 cuerpos de migrantes oriundos de las provincias de Azuay, Cañar y Morona Santiago. Ellos murieron en accidentes de tránsito, ahogados o enfermos en el desierto.
Mientras tanto, la Fiscalía del Guayas abrió una investigación para dar con los responsables de las muertes de Chimbo y Pichasaca.
El 1 y 2 de marzo, inspectores de la Dirección de Aviación Civil realizan una investigación de campo y documental de los hechos.
Mientras tanto, desde la medianoche del martes los cuerpos de los polizones son velados en Cachi. Inicialmente en la vivienda de los Chimbo, y desde anoche en la de los Pichasaca. A las 09:00 del 1 de marzo, los féretros saldrán juntos hasta la iglesia de El Tambo, para la última eucaristía y el adiós a los primos inseparables.
En contexto
Los dos adolescentes fallecieron al caer de un avión que iba a EE.UU. Desde la noche del martes son velados en la comunidad de Cachi, cantón El Tambo. Hay dos investigaciones abiertas por este caso, para ubicar a los responsables de estas muertes.