La recolección y disposición final de las más de 1 500 toneladas diarias que se producen en Quito es una prioridad. La Municipalidad tiene una empresa que se encarga de recolectar la basura y otra que opera el relleno sanitario en el sector de El Inga. Afloran, una vez más, los problemas que afronta Emaseo, que desde el año 2010 está encargada de la recolección en todo el Distrito Metropolitano.
Emaseo es una empresa municipal con virtudes y defectos. Hace esfuerzos para cumplir a cabalidad con sus obligaciones, pero es imposible que lo pueda hacer con la eficiencia que el caso requiere.
Su estructura, organización, situación financiera, el contrato colectivo que tiene muchos años de antigüedad, lo impiden. Entre las “conquistas” laborales hay una que exonera de sanciones el atraso a las labores hasta tres días a la semana.
En cada vehículo recolector va un número de operarios mayor que el indispensable, incrementando los costos operativos. Por esas y otras razones, el costo de operación por tonelada de basura recogida se eleva a niveles que impiden una operación eficiente, por buenas intenciones que existan. Eficiencia es no solo recoger toda la basura, sino tener la capacidad para mantener operativa la flota de vehículos y reponerlos oportunamente. Para eso se requiere una situación financiera adecuada, imposible de obtener si los gastos operativos son más elevados que lo normal y la descapitalización es crónica.
Así, si de acuerdo con lo publicado en EL COMERCIO, 8 de 19 camiones de carga lateral están dañados, y no puede reponer oportunamente los recolectores, de los que, según Emaseo, el 70% habría cumplido su vida útil, debe recurrir siempre a elevación de tarifas o al presupuesto municipal, siempre tan exiguo, o a aumentar el personal para afrontar la emergencia, en un círculo vicioso que agrava el problema.
Y con esta realidad, se estaría procesando la locura de que Emaseo asuma también el manejo del relleno sanitario.
En la eficiente administración de Paco Moncayo, se dividió la ciudad en dos sectores y se concesionó el servicio en uno de ellos a la empresa privada. Tanto esa empresa como Emaseo prestaron un eficiente y oportuno servicio. Había una sana competencia. Las dos empresas tenían un punto de comparación que les obligaba a ser mejores. Ninguna de las dos podía condicionar a la ciudad, porque la otra le sustituiría.
Ya en esos años, el costo de recolección por tonelada de la empresa privada era casi la mitad que el que tenía Emaseo.
La competencia siempre es buena. Estimula, obliga a superarse y evita el monopolio, malo tanto en el sector público como en el privado.
Las buenas experiencias deben servir para aprovecharlas y para mejorar. La participación público-privada demostró buenos resultados. Los prejuicios contra el sector privado y su participación en la prestación de servicios no conducen a ninguna parte. El buen servicio es lo primordial y ahora no lo tenemos. Y podría colapsar.