Una vez superada la emergencia que provocó la falta de agua potable en muchos barrios de Quito, gracias a la tradicional eficiencia de la Empresa Municipal de Agua Potable, hoy llamada Agua de Quito, hay que remediarla y analizar todo lo relacionado con el accidente, sus razones, sus consecuencias y sus responsables.
También debe discutirse si en un parque debe funcionar una escombrera.
Cuando desde hace siete años se empezó a utilizar el Parque Metropolitano del Sur para recibir los escombros que se desalojan de la ciudad, se advirtió del absurdo de contaminar el parque. Son millones de toneladas de escombros -y posiblemente también de basura- que se han acumulado al borde de la vía y a la altura del Troje, como se conoce a la planta de agua potable de ese sector. No es esa planta la que ha tenido problemas ni la que ha provocado el desastre que ahora lamentamos, como pueden creer algunas personas.
Son los millones de toneladas que se acumularon en el espacio destinado por el Concejo Metropolitano, hace muchos años, a un parque de la ciudad. Es el parque urbano más extenso de Quito y de América Latina. Sus 660 hectáreas constituyen una reserva especial, que debe ser cuidada y desarrollada para protección del ambiente y esparcimiento.
Donde colapsó la escombrera fueron sembrados decenas de miles de árboles entre los años 2005 y 2009 y todos se sepultaron bajo montañas de escombros. Cualquier desarrollo puede fabricarse, pero no un árbol, que requiere tiempo, cuidado y cariño para subsistir. Y si no que lo digan los que están dentro de la ciudad y que enfrentan periódicamente a los depredadores, que sin criterio, técnica ni amor, los desnudan y los agreden.
Al riesgo implícito que cualquier escombrera o relleno trae consigo, se suma el que esté, en la parte media de la loma, el canal Pita-Puengasí, que provee de agua a las plantas del Troje y Puengasí, que ha sido afectado por el deslizamiento de los escombros acumulados, cuya prevención explicó didácticamente Paco Moncayo en Radio Democracia. También ponderó, con justicia, la eficiencia y preparación de la EMAAP y la magnífica gerencia que ejerció Juan Neira. Ahora, por el riesgo de que el resto del relleno colapse, querrán someterlo a protecciones de cemento, como se tuvo que hacer en la Ruta Collas-Nuevo Aeropuerto, con lo que la naturaleza será nuevamente agredida con daños irreversibles.
Los parques merecen consideraciones especiales de los ciudadanos y de las autoridades. Son los pulmones de la ciudad. Son su reserva ecológica. Son los amortiguadores de los problemas que causa la urbanización amenazante e imparable que padecemos.
Y como no hay mal que por bien no venga, el percance debería servir para que las autoridades resuelvan que la escombrera no funcione ahí un día más.