Entendemos que cuando alguien estudia una profesión con el entusiasmo de su vocación, y con la intención de aplicar la misma en beneficio de la sociedad, los resultados demuestran esa loable intención.
Si seguimos estudios profesionales, por el sólo afán de vanagloriarnos de nuestros títulos, y el afán equivocado de alcanzar estatus gracias al título profesional, entonces hay una enorme equivocación, y, es casi seguro que esa persona fracase como profesional.
Un médico demuestra su valía, cuando su prestigio se difunde en la población y una mayoría de la misma muestra preferencia hacia sus diagnósticos.
Un abogado, cuando sus participaciones en juicios son exitosas, cuando sus actuaciones obtienen el respeto de sus colegas y de sus conciudadanos.
Los ingenieros ganan prestigio cuando al aplicar sus conocimientos, las obras realizadas merecen la admiración por la técnica aplicada y por la calidad de sus trabajos.
Un economista, muestra la destreza de sus conocimientos cuando logra organizar una economía que sea autosustentable, que no requiera de recursos ajenos para su sostenibilidad.
Un estadista, triunfa cuando sus acciones producen una sociedad coherente, con voluntad férrea de empujar hacia adelante al conjunto.
Los profesionales fracasan cuando sus acciones desdicen del resumen de los conceptos anteriores, pero en especial, cuando sus acciones profesionales equivocadas afectan a los conglomerados sociales, por ejemplo, si un economista actúa basado en créditos agresivos que luego no haya manera de cubrirlos, de poder pagarlos, es un fracaso profesional.
Sobre la calidad de estadista no podemos decir que se haya seguido una educación para llegar a serlo, sin embargo, exige una cantidad de conocimientos, especialmente humanos e internacionales que le permitan agrupar a la sociedad que lo eligió, cuando sus acciones pretenden la división de dicho conglomerado, entonces es un verdadero fracaso.