Las piezas encontradas por Suárez forman una colección que está en el Museo Municipal de Guayaquil. Fotos: cortesía
Los cerros Santa Ana y del Carmen, donde nació la ciudad de Guayaquil, estaban en gran medida rodeados de manglar en tiempos precolombinos. Ese es uno de los aportes de la investigación del arqueólogo Marco Suárez que excavó las faldas del cerro sur de Santa Ana entre 1999 y 2001 en un estudio que aún es inédito.
Las evidencias encontradas sugieren una ocupación chona de los cerros, que en el imaginario colectivo han estado más ligados con la cultura Huancavilca, de las que hacen parte mitos como las de los caciques Guayas y Quil.
En los alrededores de lo que ahora es el Teatro José de la Cuadra y la plaza Colón (antiguo teatro Juan Pueblo), cerca a Las Peñas, se extrajeron 11 000 fragmentos previo a la construcción de los túneles. Se encontraron pequeños torteros (volantes sujetos a los palillos de hilar para fortalecer el torque en el trabajo textil) y una lasca de oxidiana, vidrio volcánico proveniente de la sierra norte del Ecuador.
Los torteros de cerámica conservaban rasgos decorativos que fueron comparados con los materiales publicados por Emilio Estrada Ycaza, en la obra Última civilización de la cuenca del río Guayas (1957).
“Todos los materiales excavados arrojaron similitudes con los materiales aborígenes de la cuenca, lo que se conoce como cultura Milagro-Quevedo, que los estudios posteriores indicaron que son los antecesores de los tsáchilas”, señaló Suárez. Milagro Quevedo es la expresión material de la etnia o el pueblo Chono. “No encontramos referencias de cultura Huancavilca. El territorio donde se funda Guayaquil era territorio Chono”, añadió.
Suárez participó en dos conferencias organizadas por el Ministerio de Cultura y Patrimonio, por los 482 años de fundación de Guayaquil. Y explicó, por qué a su entender la ocupación de la ciudad ancestral estuvo siempre vinculada con la cultura huancavilca.
“Los españoles habían consignado en los documentos escritos como un solo componente étnico el que estaba presente en el territorio, los huancavilcas. Resulta que los españoles habían traído a los huancavilcas desde la península de Santa Elena porque habían encontrado mucha resistencia con los pueblos de la zona”, indicó el arqueólogo.
Los conquistadores habían sido perseguidos de 1534 a 1547, desde que bajaron de Riobamba hasta que se instalaron en el Cerrito Verde o Cerrito de la Culata en Guayaquil, tiempo en el que no habían podido encontrar un lugar específico donde instalar a la ciudad, dijo. “Los huancavilcas se allanaron a las transacciones con los españoles, para ellos esa actitud significaba un acto de civilización, los chonos ofrecieron resistencia durante 13 años”.
Estrada había abordado los rasgos característicos de materiales excavados alrededor de las ciudades Milagro y Quevedo, y ya había planteado el nexo de esta cultura material con los chonos de las fuentes históricas. Desde entonces se han abierto líneas de evidencia que amplían la distribución geográfica de los rasgos culturales de esta sociedad.
Entre los materiales excavados en Guayaquil se encontraron además de muestras de mayólica, cerámica que introdujeron los españoles en el cerro, elementos como un tupo de plata, que aún se usa en la Sierra, para sellar una prenda. Los trabajos de investigación han venido contribuyendo a desvirtuar la imagen de salvaje rebelde de los chonos, que habían tejido los españoles a raíz de la conquista.
Ninguna muestra recoge a nivel etnográfico la presencia chona en los museos de la ciudad. Suárez cree que es hora de hacerles justicia. Lo encontrado en las faldas del Santa Ana permanece en las reservas del Museo Municipal de Guayaquil y del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, aunque el investigador reconoce que la prevalencia de fragmentos sobre objetos enteros “desilusiona” a los museógrafos.