El canciller Patiño dijo que la expulsión de la embajadora estadounidense a raíz de un despacho diplomático hecho público por diario El País fue hecha para defender “la honra” del presidente Correa. ¿Vale la pena arruinar las relaciones con el país donde viven, trabajan y estudian cientos de miles de compatriotas y del cual recibimos la mayor cantidad de dinero por nuestras exportaciones para proteger la honra supuestamente mancillada del Mandatario ecuatoriano? Me parece que no.
El documento que origina este problema es un cable confidencial para uso interno del cuerpo diplomático estadounidense que fue filtrado a Wikileaks. No se trata de un documento público mediante el cual el Gobierno de los EE.UU. hace una acusación oficial sobre el comportamiento del presidente Correa o de su Gobierno.
El anotado cable tiene un interés periodístico y académico porque arroja luces sobre el funcionamiento de la diplomacia norteamericana y porque permite evaluar la importancia que tienen lo que hoy se denominan ‘opiniones informadas’ en el diseño final de las políticas públicas.
Por ser un memorando interno entre dos instancias de un mismo organismo, la divulgación de este documento sí justificó un pedido de aclaración por parte del Gobierno ecuatoriano, pero en ningún caso la expulsión de la embajadora. (Incluso cuando estuvimos en guerra con el Perú tuvimos el buen sentido de mantener al embajador de ese país trabajando con normalidad en Quito).
El tema que aborda el anotado cable es el narcotráfico, un asunto de interés estratégico para los EE.UU. Allí se dice que el Presidente sabía de la vinculación de un ex comandante de la Policía con esa práctica ilegal; nunca se afirma que Correa participe o lucre de ella.
Kissinger decía que los países no tienen amigos, sino sólo intereses. Los despachos norteamericanos que se han hecho públicos hasta el momento -y los que estén por venir- deben ser vistos con esa óptica calculada, fría y despersonalizada del diplomático profesional.
Tomar estos documentos como agresiones a la honra o al honor de las personas es un error; uno que costará muy caro a la sociedad ecuatoriana porque los vínculos económicos y sociales que mantenemos con los EE.UU. son muy importantes y profundos.
No se puede hacer política internacional de la misma forma que una persona lleva su vida personal, menos aún cuando están en juego los intereses de millones de ecuatorianos cuyo bienestar depende en gran medida de lo que suceda con los EE.UU. Los apasionamientos personales -la diplomacia sentimental- están bien para la vida doméstica. Para manejar los grandes temas que le atañen al Ecuador se debe actuar con serenidad y pies de plomo.