El artista dejó de trabajar activamente en su taller, ubicado en las calles García Avilés, entre Aguirre y Clemente Ballén, en el centro de Guayaquil, desde hacía aproximadamente un año. Foto: Wladimir Torres / EL COMERCIO
Una antigua fotografía en color sepia y un retrato a color enmarcaban el ataúd del artista plástico Luis Rodolfo Peñaherrera durante su velatorio, la tarde de este domingo 21 de agosto, en el piso superior de uno de los edificios del camposanto Jardines de Esperanza, en el norte de Guayaquil.
La familia del dibujante, pintor y escultor ubicó sobre una esquina, a un costado del féretro de madera y en medio de los arreglos florales, una pequeña réplica de Juan Pueblo, un personaje con el que se identificó al artista, aunque él no fue su autor.
Padre de siete hijos, Peñaherrera plasmó su trazo en tempranas caricaturas en el diario El Telégrafo bajo el pseudónimo de Sombras. Luego de siete años trasladó su trazo a la columna Flechazos en la página editorial del diario El Universo, donde dibujaba detrás del nombre de Robin. Por alrededor de 30 años retrató en el matutito guayaquileño los hechos noticiosos y a personajes políticos. “Usaba el pseudónimo de Robin por el personaje Robin Hood, que le gustaba mucho”, recuerda Luis Robin Peñaherrera, uno de sus hijos. “Cuando nací, me bautizó con ese nombre”, agrega con una sonrisa.
El artista dejó de trabajar activamente en su taller, ubicado en las calles García Avilés, entre Aguirre y Clemente Ballén, en el centro de Guayaquil, desde hacía aproximadamente un año. Una caída cuando ingresaba a su estudio, en el 2013 lo alejó temporalmente de su actividad, que luego retomó esporádicamente. En abril de ese año el Municipio inauguró, con su presencia, una escultura de bronce de su autoría, en el Malecón Simón Bolívar. Se trata de una imagen del personaje de Juan Pueblo, de 1,10 metros de altura, que descansa sonriente sobre una banca metálica, bajo la Torre Morisca.
Aunque la caricatura de Juan Pueblo, el personaje que intenta resumir el guayaquileñismo, es obra del dibujante Virgilio Jaime Salinas, Peñaherrera tuvo el encargo de remozar su imagen, dotándole de una guayabera y pantalón largo. Es la imagen que hoy mantiene el Municipio de Guayaquil para promocionar sus obras.
Los amigos del artista lo recuerdan como uno de los más completos del país. “Los lápices y los pinceles están de luto. Nos deja un gran legado artístico”, manifestó el pintor José Luque Medina, miembro de la Asociación de Artistas Plásticos Las Peñas de Guayaquil, que Peñaherrera también integró.
Su obra no estuvo exenta de la polémica. En 2004, cuando se develó un mural de su autoría, elaborado en óleo en el cielo raso del salón Principal del Municipio de Guayaquil, recibió cuestionamientos. La obra mostraba al alcalde Jaime Nebot y a su antecesor, León Febres Cordero, enmarcando las obras ejecutadas en ambas administraciones. “A mi papá le llevó ocho meses pintar ese mural. Él estaba alejado de cualquier polémica. Su único problema fue volver a pintar el anillo que llevaba Febres Cordero, porque lo había dibujado en el dedo equivocado”, relata Robin Peñaherrera, quien le ayudó a trabajar en esa obra.
El artista será sepultado a las 13:00 de este lunes 22 de agosto, en el mismo camposanto donde era velado el 21 de agosto, según confirmó su familia.