Son las ocho de la noche y al pasar por la Av. de los Shyris divisamos una especie de parque de diversiones al interior del parque La Carolina por la cantidad de luces y por el encandilamiento de una enorme pantalla que ilumina la parte sur del exparque.
Más allá están los miles de metros de tierra entregados al proyecto del metro. Otro tanto en el sector norte. Allí yacen los ‘cadáveres’ de tantos árboles cortados. Dentro del ex parque hay ‘boulevares’ que nadie pidió y que pocos usan, pero que igual devoraron más y más espacio verde, construidos además con bloques de ningún valor natural ni artístico.
Ahora casi no se puede caminar porque a alguien se le ocurrió poner juegos infantiles ¡de plástico!, destruir más y más espacio verde con nuevas canchas de césped sintético. Más allá está el templete de la Policía que solo la usa los lunes en la mañana, pero que hizo desaparecer espacios verdes. Cerca a la Av. Eloy Alfaro alguien construyó dos enormes bloques que, al decir de un guardia, contienen “material de la defensa civil”. Centenares de metros menos.
Alrededor de las pistas de bicicletas y skate se ubican 19 kioskos que expenden de todo, a lo cual se suman decenas de más kioskos, construcciones de todo tamaño a lo largo del exparque. El Municipio ha arreglado la fuente de agua pero ya se anuncia un megaproyecto de puro cemento que complementaría la fuente.
Todavía hay miles de personas que concurren a La Carolina, sorteando mucho objetos, monumentos, construcciones de todos los tamaños, incluso el horrible centro de exposiciones, la cruz del Papa, y la famosa cancha de vóley que se agranda, perfecciona y organiza torneos donde va y viene el dinero. Un centro comercial dio un tajo de muerte a este ambiente tan quiteño.
El exparque sucumbe ante el avance arrollador de los autos en los parqueaderos que se han multiplicado más y más. Ahora es el sitio de llegada y salida de miles de vehículos con rumbo a Calderón, que ahogan el tráfico formando dos líneas a vista y paciencia de la Policía Metropolitana.
Parece claro que asistimos al fallecimiento del parque La Carolina, a menos que el Municipio y sus autoridades pongan fin a tanto irrespeto a un espacio que nos brindaba paz, oxígeno, y facilidades para caminar y recordar a los niños las bondades de la naturaleza.