Dirigentes de Alianza País (AP) siguen diciéndose satisfechos de haber logrado un mayor número de prefecturas y alcaldías que hace cinco años. El eufemismo para explicar el hecho de no haber captado entre el gran número de alcaldías a las de las principales ciudades, es que se trata de un problema ‘cualitativo’.
Al movimiento gubernamental le gusta repetirse que sigue siendo la primera fuerza política del Ecuador, algo que por supuesto no está en cuestión, en especial cuando no se puede hablar de una oposición que se haya apuntalado con los últimos resultados; los ganadores del proceso son Avanza, partido cercano a AP, y SUMA, de Mauricio Rodas. El gran triunfo del Partido Social Cristiano es haber retenido sus bastiones y Creo no logró unos resultados que acrediten al ex candidato Guillermo Lasso como líder de una oposición dispersa.
Ya se ha hablado de las dificultades que enfrentan las agrupaciones que dependen de un líder fuerte para procesar la necesidad de cambio; esta queda a su voluntad, pues el entorno no suele animarse a poner los puntos sobre las íes. En este caso, además, si se los quisiera leer, sería difícil interpretar bajo un denominador común los mensajes que traen las votaciones en cada una de las circunscripciones.
Quizás sería más fácil preguntarse por las acciones que, más allá de los subsidios y la obra pública, han marcado el ejercicio político. Sobre este tema ya han hablado incluso los análisis de la prensa oficiosa: los derechos individuales han sido postergados por una visión arrolladora desde el Estado; desde luego, el llamado Poder Ciudadano no ha podido suplir esta carencia.
Por eso, más allá de dolerse de perder Quito o de minimizar el revés, y si hay voluntad de cambio, vale la pena que AP elabore respuestas a preguntas como ¿qué pasará con el modo en que están tramitando las leyes?, ¿acabará la dependencia de funciones?; ¿la rendición de cuentas seguirá siendo unilateral?; ¿se seguirá descalificando a quien discrepa? Un ejercicio cualitativo necesario.