En poste, ubicado a la altura de la calle Martín Carrión, cedió y quedó suspendido por los cables que sostenía. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
Los conductores que circulan por la avenida República, en el tramo comprendido entre La Coruña y avenida Eloy Alfaro, tuvieron una novedad y una molestia la mañana de este viernes 8 de abril. El tránsito por esta importante vía se cerró.
Un poste, ubicado a la altura de la calle Martín Carrión, cedió y quedó suspendido por los cables que sostenía. De acuerdo con información de la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) este hecho se produjo en la madrugada. Por lo que se organizó un operativo tanto para retirar esta estructura como para habilitar el tránsito.
Los cables son de teléfonos, servicio de cable y de Internet. No hay cables del servicio eléctrico, salvo los instalados para el alumbrado público. La preocupación se extiende ya que en la misma Carrión hay otro poste cuya base está deteriorada. En la parte alta del poste afectada es evidente la presencia de una gran cantidad de cables de diferentes servicios y empresas. En este sector los cables de energía eléctrica se encuentran soterrados.
Esta situación ocasionó congestión en los alrededores; es decir, en las avenidas Eloy Alfaro, 6 de Diciembre, Almagro, La Coruña y todo el sector aledaño a la Flacsco; es decir La Pradera. El problema se extendió a la avenida Amazonas en el cruce con la avenida De la República.
De acuerdo con las primeras investigaciones, se descarta que un accidente de tránsito haya ocasionado que el poste ceda. En el sitio no existen indicios de que eso haya ocurrido. Por eso, se cree que el peso de los cables y el paso del tiempo incidió en esta situación. Sin embargo, esto debe investigarse ya que en el sector hay otros postes con las mismas condiciones y características, por lo que preocupa tanto a los vecinos, dueños de locales comerciales y empresas del sector.
De acuerdo con personal de AMT y de la Empresa Eléctrica Quito la solución de este problema tardará entre dos y tres horas.
Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO