Permítame justificar el porqué de mi intromisión: la UTE (Universidad Tecnológica Equinoccial) nació como un modesto esfuerzo de una de las promociones de graduados del Colegio San Gabriel, entidad en la cual me eduqué. Por tanto, participé en ese modesto esfuerzo, encaminado a dar la posibilidad de estudio a nuestras jóvenes que hace más de 40 años no tenían en donde adquirir conocimientos intermedios. Así nació el Instituto Tecnológico Equinoccial que posteriormente ascendería a calidad universitaria (UTE).
Los esfuerzos, aciertos y errores de administraciones pasadas no los tocaremos, por el momento. Nos referiremos a la prepotencia y falta de categoría con la que ha tratado el delicado momento de cambio administrativo el Dr. Ricardo Hidalgo Ottolenghi, quien asume las funciones de rector a mediados del mes de diciembre pasado. Para conseguirlo pone en circulación un folleto en el cual ofrece el cielo dorado a la comunidad universitaria de la UTE, entre ellas, la estabilidad laboral para empleados y docentes de la UTE.
Asumidas sus funciones de rector, lo primero que hace es despedir, ilegalmente, a más de 300 funcionarios y docentes de la UTE. Todo esto con una serie de artificios y falsedades que dejan en muy mal predicamento a un médico que no deja su consulta para ejercer el Rectorado como lo manda la ley.
Quisiera recordarle al Dr. Hidalgo, pues no consta en su memoria, que hay otras ilustres y dignas profesiones que sirven al ser humano y que merecen todo respeto. Parece, por los daños que ha ocasionado, que para él únicamente es reconocible el título de médico y se ha olvidado que hay un título muy superior: el de ser señor en todas las actividades que ejercemos.
En la vida, no es indispensable andar con guardaespaldas.
Cuando el hombre y en especial el profesional está fortalecido con la verdad y la sabiduría; esos son sus mejores escudos y herramientas para hacer el bien y dar ejemplo de esfuerzo y de conducta.