¿De qué se ríen? Es la pregunta que surge al mirar la fotografía oficial de los jefes de Estado y Gobierno, miembros de la Celac, reunidos en el edificio Néstor Kirchner, de la Mitad del Mundo, el miércoles pasado.
En efecto, de lo que ha trascendido de la cumbre, como pomposamente llaman a este prurito de reuniones que se diluyen en retórica y cansinos discursos, los oradores han relievado la difícil situación económica por la que atraviesa la mayoría de los países miembros, la subsistencia de la desigualdad, la necesidad de mejorar el respeto
a los derechos humanos y los pobres resultados alcanzados hasta ahora.
Sin faltar lo anecdótico, como la queja de Morales por haberse retrasado a la reunión debido al aparataje de vehículos policiales, motocicletas, sirenas, luces y toda la claque de seguridad, cuando, habría dicho, yo voy del aeropuerto a mi despacho manejando mi propio vehículo. La información oficial señaló que 1 739 militares, 168 vehículos y seis helicópteros se asignaron a la seguridad de las delegaciones.
Ante la falta de resultados tangibles de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, luego de la cuarta cumbre, Santos ha logrado concretar en el mundo real los consabidos discursos de que “todo nos une y nada nos separa”, al lograr la participación de la Celac en el proceso de paz con las FARC y enfrentar el riesgo del zika, que amenaza convertirse en una pandemia.
Por cierto, nuevo fracaso de los permanentes intentos del activista político a cargo de las relaciones exteriores, al no obtener ningún respaldo para eliminar a la OEA y al Sistema Americano de Derechos Humanos, que tanto estorba a la RC.
La primacía del Derecho internacional, la democracia y la autodeterminación de los pueblos, la defensa de los DD.HH. y la búsqueda del desarrollo humano sostenible –ejes de la retórica de quien concluía su mandato pro témpore- quedarán como frases de cajón.