Llega la hora de la cena y en esos noticieros de televisión, cargados de crónica roja, se transgrede la Ley. Como una simulación de protección, en la pantalla aparece borroso el rostro de una pequeña que ha sido víctima de abuso sexual y de intento de asesinato en Guayaquil.
Mas su identidad (léase los elementos que la constituyen: su nombre, su madre, su familia, su historia de vida, su entorno, su barrio, su casa…) son expuestos, sin filtros ni respeto, de forma descarnada.
El Código de la Niñez y Adolescencia prohíbe: La publicación o exhibición de imágenes y grabaciones o referencias escritas que permitan la identificación o individualización de un niño víctima de maltrato, abuso sexual o infracción penal, y cualquier otra referencia al entorno en que se desarrolla (art. 52).
La protección a la niñez es de sentido común, pero no existe en esos medios, en los cuales, ante las cámaras, los pequeños hasta sirven de testigos. Es recurrente en zonas tropicales que los reporteros busquen a niños vestidos con pantaloncillos cortos y chancletas, como si fuera etiqueta. Y, lo más grave, para recoger sus relatos de la violencia.
Aquello ocurre pese a que la Constitución garantiza la no revictimización de las víctimas (artículo 78).
La niñez víctima de la violencia merece protección integral. Pero aquello no ofrece ‘rating’ ni votos. O ¿quién se atreve a sepultar el irrespeto en esa prensa roja?