Oigo a una de las muchas mujeres que ahora ocupan cargos públicos y que aparecen en la TV. Hablan sobre la justa cuota del género femenino. La mayoría son abogadas y un alto porcentaje, cuencanas.
Pido que se revise a las universidades y se motive a las familias, a conciencia. Pues no podemos seguir con este tipo de féminas, que utilizan un vocabulario libresco, pero que solo saben agachar su cabeza y aprobar todo lo que diga “el patrón”.No pueden pensar, no pueden decidir por sí mismas. Salen de la universidad obnubiladas por una efímera legalidad, por ideas peregrinas, que no llegan más allá de sus narices, pues no se han dado la oportunidad de investigar la realidad social de nuestro país, donde cada provincia es única y valiosa. Definitivamente, sufrimos de una masificación en la educación. Ni siquiera podemos decir de una generalización, pues allí todavía hay individuos. En esta otra masa de plastilina, no hay valores ni pensamiento ni personalidad ni principios duraderos. La misión de la mujer es otra: orientar, guiar, influir, sensibilizar, puesto que nuestra primera condición es diferente, ya que por naturaleza somos madres, protectoras y educadoras.