Son muchas décadas que el país mantiene las mismas bases legales y políticas económicas utilizando los clásicos indicadores, que en la mayor parte de las veces no reflejan la realidad, como el Producto Interno Bruto (PIB), la inflación como tendencia generalizada en el aumento de los precios, empleo, desempleo, subempleo, Impuesto a la Renta, IVA, ICE, etc.
Han servido para manipularlos al antojo de cada gobierno, pues su comprobación es imposible (excepto la deuda externa) y los resultados, con una que otra diferencia, son similares: mayores presupuestos anuales, más deuda externa, menor capacidad adquisitiva, desempleo, inestabilidad jurídica para las actividades productivas.
Los indicadores económicos son solo ‘señales’ de algo, pues la investigación mediante muestreo es costosa y el porcentaje seleccionado no llega ni al 5% del universo. ¿Por qué no pensar en algo diferente, organizar a la economía por sectores: comercio, industria, construcción, agricultura, exportaciones? O realizar diagnósticos preventivos con frecuencia y con participación de los sectores público y privado, detectar las deficiencias y crear soluciones. Costaría menos que tantos ministerios e instituciones. Especial mención merece la recaudación tributaria. Un giro de 180 grados en leyes, y procedimientos podría contribuir con más ingresos para el Fisco.