Las personas refugiadas en el albergue Cristo Peregrino viven bajo un código de convivencia. Foto: José Mafla / EL COMERCIO
Unas 16 personas que se quedaron sin vivienda, tras una deflagración causada por una fuga de gas en un inmueble de la ciudad de Ibarra, provincia de Imbabura, en el norte de Ecuador, se encuentran en un albergue, desde el 21 de mayo del 2015.
Ese día, a las 06:00, la onda expansiva provocada por la combustión del carburante, que habría fugado de un cilindro de gas de uso doméstico, causó heridas en 19 personas y la destrucción parcial de una casa, situada en la calle Sucre, en el centro de Ibarra. Es por ello que 16 inquilinos, de los 39 que habitaban ese inmueble, de construcción mixta (adobe y hormigón armado), fueron trasladados al albergue Cristo Peregrino, ubicado junto al Parque del Avión, en el oeste de Ibarra. Otros fueron acogidos por familiares y amigos.
Margarita Gaviria es una de las damnificadas. Sentada en una silla del comedor del refugio, junto a una mesa grande de madera cubierta con plástico, comenta que pensó que era un terremoto, al ver como el techo de la habitación que rentaba se desplomaba.
Producto de la deflagración, ella, su esposo y cuatro hijos de 13, 10, 9 y 8 años resultaron con heridas y quemaduras. Aún tienen moretones en los brazos y piernas.
La preocupación por la salud de familia la supero. Pero ahora está inquieta por sus pertenencias. La ropa, la cocina, la cama, la televisión… se quedaron bajo los escombros. Pero luego, al igual que las pertenecías de los otros damnificados, fueron guardados en una bodega del Municipio de Ibarra.
Mientras la mujer detalla lo vivido el menor de sus hijos juega por el comedor. Junto a ese lugar están ubicados dos dormitorios, con 15 camas cada uno. En uno duermen las mujeres y en otro los hombres. Así lo dispuso Eunivia da Silva, coordinadora de la Misión Scalabriniana, que administra el albergue Cristo Peregrino. La religiosa explica que el sitio está destinado para acoger a personas sin hogar.
Foto: José Mafla / EL COMERCIO
Un grupo de mujeres y hombres barre el piso del refugio temporal. Mientras otro prepara la comida, con las raciones de arroz, papas, fréjol, atún, aceite… que les entregan la Misión Scalabriniana. Sin embargo, las provisiones comienzan a escasear. Es por ello, que Da Silva solicita el apoyo de la ciudadanía y de las instituciones solidarias.
Por el momento, las personas refugiadas en este lugar viven bajo un código de convivencia, que les obliga a realizar tareas que contribuyan a una vida sana y armónica.
La casa que sufrió la deflagración de gas está a punto de caerse. Las autoridades recomendaron que sea abandonada para evitar una tragedia. Por lo pronto se colocó una lata en uno de los accesos, cuya puerta se rompió en pedazos a causa de la onda expansiva. En otra puerta se colocó una cadena.
Según Fausto Vaca, responsable de la Unidad de Gestión de Riesgos del Municipio de Ibarra, el fogonazo afectó a las viviendas vecinas, ubicadas a 20 metros a la redonda.
Magdalena Jiménez, colindante del lugar, recuerda que su casa se movió como si se tratara de un sismo. Uno de los muros de adobe de su vivienda sigue caído en el patio. Como el resto de propietarios de inmuebles afectados, Jiménez espera que las autoridades le indiquen quién pagará los daños. Entre tanto, los damnificados buscan departamentos de alquiler. Gaviria y su familia quieren mudarse lo más pronto posible.