En la Ferroviaria, en el sur de Quito, se observan a perros en busca de comida. Foto: Galo Paguay/El Comercio
Parece el guardia del local de víveres de la Panamá y Río de Janeiro, barrio América. Jasper pasa recostado en la acera de 06:00 a 22:00; a veces camina a otro negocio familiar. Jimmy Cujigualpa, su dueño, dice que es un perro “puertas afuera”.
En Quito, un problema es la tenencia irresponsable de mascotas. En eso coinciden autoridades de la Agencia Metropolitana de Control (AMC), encargadas del cuidado de parques de la Epmmop y defensores de derechos de animales.
En la urbe existe un perro callejero o vagabundo por cada 49 personas. Y un can con dueño por cada cuatro individuos.
Las cifras son del estudio realizado en el 2013 por Jaime Grijalva. Es un veterinario graduado en la USFQ, que estudió una maestría sobre Epidemiología y refugios en la U. de Florida.
Recorrió 16 parroquias, de 04:00 a 06:00, con un método recomendado por la antigua Sociedad Protectora de Animales. Observó a los perros en espacios públicos; encuestó a propietarios de vivienda. Analizó si sus mascotas vivían con las cinco libertades del bienestar animal. Es decir, libres de sed y hambre; de incomodidad; dolor, lesiones y enfermedad; miedo y angustia y si podían expresar su comportamiento.
Eso le permitió determinar, según afirma, que la mayoría de perros de la calle tiene dueño. El 22% de encuestados aceptó que les dejan salir de casa.
El dueño de Jasper, ‘guardia’ de la tienda en el barrio América, contó que los vecinos le dan comida pero que no defeca en la calle. Desapareció un mes. Quizá estuvo amarrado por las marcas en su cuello. “No se acostumbra a estar solo”.
El desconocimiento de las obligaciones de los tenedores de perros se debate luego de que el 28 de febrero, un niño muriera al ser atacado por la pitbull Atena. Los primos de su madre la mantenían en una azotea, junto a sus cuartos.
Tras un examen de comportamiento, la AMC determinó que la perra es agresiva y debiera ser sacrificada, según la Ordenanza 048 sobre tenencia, protección y control de la fauna urbana, que data del 2011.
La normativa establece que sus propietarios deben pagar multas por las condiciones en las que vivía. Protección Animal Ecuador (PAE) logró que le asignaran dos abogados de la Defensoría Pública al caso.
En la primera instancia, negada y ya apelada por la Unidad III de la Familia, se pidió que la pitbull no fuera sacrificada por haber sido víctima de maltrato.
PAE ve a Atena como un símbolo a través de la cual se podría sentar un precedente.
Una manada del Metropolitano de Guangüiltagua sobrevive porque hay personas que los alimentan. Foto: Diego Pallero/El Comercio
Pero hay más casos que evidencian la poca conciencia en el cuidado de animales. En la Clínica Veterinaria de PAE, en la Ulloa (centro norte), cada semana se abandonan dos camadas de perros o gatos. Carlos Realpe detalla que al día reciben 40 llamadas de interesados en dejarles animales.
Hace una semana acogieron a una pitbull con dos cachorros. La madre amaneció atada a un árbol frente a la ONG. Urbanimal, Centro de Gestión Zoosanitaria de Quito, hace campañas de esterilización, pero no todos los tenedores acogen la opción.
La normativa también ordena que los perros encontrados en espacios públicos deben ser capturados, esterilizados y regresados a donde se los halló.
El COE implementó en mayo del 2014 un área de rescate de fauna urbana para enfrentar las llamadas de auxilio relacionadas con mascotas; atienden a la semana a unos dos perros maltratados o accidentados.
En general, resulta imposible dar con sus dueños. Fernando Arroyo, de Urbanimal, indicó que hasta junio esperan adjudicar la contratación para implementar chips de identificación en las mascotas. Eso les permitirá establecer la relación animal y persona responsable del mismo. El costo de la implantación está entre USD 1,50 y 8, que lo asumirá el Municipio.
Este año, además, contratarán una consultoría pues requieren una guía metodológica sobre test de comportamiento a los que tendrían que someterse las mascotas, según la 048.
La administración afronta quejas por canes que pasean sin traílla, por heces en la calle y abandono. Ocurre en el Itchimbía, Chilibulo y en el Metropolitano de Guangüiltagua. En el último viven dos manadas: una, la de Ashintaco, de 12 perros, desde hace más de 10 años. Sobrevive por cinco parejas que los alimentan. La segunda está integrada por perros cuyos dueños habitan en la comuna Miraflores. Ciclistas y corredores temen ser atacados aunque no se han presentado denuncias por mordidas.
Para Christian Hidalgo, de la Epmmop, el problema es la irresponsabilidad. “Cuando el perro es chico les parece precioso, mantenerlo es fácil, luego crece y lo abandonan”.