El problema social no es la riqueza ni su desigual distribución. El problema son los ineficientes e inefectivos sistemas que fabrican y reparten miseria; promovidos por políticos que ignoran las sencillas y científicas leyes económicas de oferta y demanda de mercado.
De aquellos populistas proclives al nacionalismo, a la promulgación de leyes contrarias al legítimo despido de trabajadores improductivos, al control de precios, a la represión de libertades básicas y que terminan provocando escasez, inflación, hambre, déficit fiscal y devaluación. No existen guerras económicas (¿puede un empresario sensato renunciar a maximizar beneficios solo por derrocar a un Gobierno?, ¿puede esconder sus productos por motivaciones políticas?). Hay sí incompetentes y vendedores de humo, encaramados en el poder por culpa de gente poco instruida que se ha dejado manipular.