Cada 31 de diciembre, las calles de Quito lucen desiertas cuando el día está por terminar. En las vías hay unos pocos autos que circulan por ellas, llevan a presurosos ocupantes que solo quieren llegar pronto para reunirse con la familia o los amigos cercanos.
La de fin de año podría ser una noche más pero, en realidad, tiene un valor simbólico que llena de nostalgia el ambiente. Es un día de balances al cierre de una etapa y de esperanza por la que vendrá.
Todos quisieran pasar esa noche con sus seres queridos, pero hay personas, como los médicos, auxiliares, enfermeras y guardias del Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) que trabajarán mientras el resto brinda, come uvas, corre alrededor de la manzana con una maleta o quema años viejos.
La medicina no es únicamente una profesión, si no un estilo de vida para el doctor Iván Maldonado, quien cursa su quinto año de residencia en su especialidad de Oncología Clínica en esta casa de salud.
Él vive las últimas horas del año con sentimientos encontrados. Esta noche tendrá una de sus guardias nocturnas como cada cuarto día, pero esta vez tendrá que recibir el año sin abrazar a su familia de sangre.
Maldonado y sus compañeros saben que por su trabajo muchas veces tendrán que renunciar a compartir acontecimientos importantes con sus seres queridos. Sin embargo, quieren comenzar el 2015 con alegría junto a la que consideran su familia del hospital.
No se trata de un festejo, solo buscan tener un momento especial en equipo, sin descuidar a sus pacientes. Ellos saben que deben estar alerta para brindar atención y cuidados a quienes ocupan las 588 camas disponibles en el Carlos Andrade Marín o a aquellos que lleguen por emergencias en la madrugada.
En las salas de espera, pasillos y estaciones de enfermería hay guirnaldas, árboles de Navidad y pesebres. Desde el fin de semana pasado ya empezaron a aparecer pequeños monigotes y otros detalles alusivos a la fiesta de fin de año.
Marcela Cuesta es una de las internas rotativas de la Universidad Central y actualmente trabaja en el área de Traumatología. El sábado pasado salió a elegir un año viejo para quemarlo a medianoche, junto a los monigotes que han comprado colegas del resto de áreas.
Cuenta que junto a sus compañeras de guardia planean llevar un antifaz esta noche. Eligió el suyo y también otros adornos coloridos para que sus compañeros los usen hoy.
Pero antes, tendrán otro momento para compartir. El Hospital tiene servicio de alimentación diaria para el personal, pero el menú que se servirá hoy (31 de diciembre) entre las 19:00 y las 21:00 será especial: pernil a la Coca-Cola, milhojas de papa, arroz primavera y ensalada. El postre será una porción de tiramisú.
Pero además, algunos médicos han armado grupos para llevar algo más y compartirlo en la medianoche. Unos se encargarán del pavo, otros del arroz y el resto de las ensaladas, las bebidas y algún dulce.
Sin embargo, en esa breve reunión no podrán estar todos. Si algún paciente internado en uno de los pisos se descompensa, deberán estar cuidándolo. También se quedarán los médicos que trabajan en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Pero en la noche y madrugada, los que usualmente tienen más trabajo, sobre todo en fiestas como esta, son los de Urgencias, según Maldonado, pues se trata de una unidad crítica.
Esas son horas complicadas en las que no faltan quienes llegan con heridas por accidentes de tránsito, peleas callejeras y quemaduras, por ejemplo. Atenderlos, suturarlos y estabilizarlos es su labor cotidiana.
Darwin Yupangui es médico posgradista de Emergencias y Desastres y trabaja en esa área. Nació en Machala, pero estudió su pregrado en Cuenca y ahora cursa su especialización en la Universidad Católica de Quito. Mientras estudiaba en la capital azuaya, le era más fácil ir a casa para en las fiestas, pero desde que inició la vida laboral ha debido acostumbrarse a estar lejos de sus cuatro hermanos y sus padres en estos días.
Por eso sabe que desde las 23:45 de hoy hasta la 01:30 de mañana (1 de enero), más o menos, las llamadas con palabras de cariño y buenos deseos irán y vendrán entre su ciudad natal y la capital. Eso, sumado al abrazo de amigos y colegas, hará más llevadero el momento.
Las gafas alusivas al 2015, las pelucas de colores, los antifaces cubiertos con escarcha y las máscaras y caretas pondrán un toque festivo al ambiente algo triste y solitario de los patios y exteriores de este hospital.
Los abrazos y los deseos de un 2015 lleno de salud, alegrías y éxitos llegarán después de un corto brindis y un abrazo a la luz del año viejo que va extinguiéndose poco a poco. Solo será una pausa en medio de la extenuante guardia del personal del Carlos Andrade Marín.