Algunos locales comerciales del cantón lojano permanecen cerrados entre semana. Foto: Lilia Arias/EL COMERCIO
La principal fortaleza económica del cantón fronterizo de Macará era el comercio, pero ahora la mayoría de almacenes está cerrado. Otros están en venta porque no es rentable mantenerlos.
Esa situación hizo que algunos habitantes decidieran emigrar. Milton Gómez llegó a Macará hace 16 años, luego de la firma de la paz con Perú. Recuerda que en esa época el comercio estaba en apogeo. “El intercambio comercial de artículos variados y productos agrícolas era mayoritario y daba vida a la ciudad”.
Ahora los locales de expendio permanecen cerrados de lunes a viernes y solo se abren los fines de semana. De acuerdo con datos de la Cámara de Comercio local, el año pasado tenían 156 afiliados activos y ahora 100.
Para la comerciante Marieta Pintado, los controles para evitar el contrabando de combustibles y víveres en la frontera frenaron las actividades comerciales.
“Se traía mercadería desde las ciudades del norte de Perú, debido a los bajos precios y a la cercanía. Ahora compramos en Loja o Machala, para evitar que nos quite la Policía Aduanera, pero en esas ciudades todo es muy costoso”, señala Pintado.
Por ese freno a la actividad, los hombres, principalmente, buscan empleo en ciudades como Quito, Guayaquil, Machala y Huaquillas para mantener a sus familias.
Melva Celi vive en el centro de Macará. Cinco de sus ocho hijos se mudaron a Quito y a Guayaquil. El último se fue hace dos años. “Inicialmente fueron a estudiar, pero no regresaron porque acá no se puede conseguir empleo”.
En cambio, el esposo de Noemí Silva, del barrio Centinela del Sur, cerró su carpintería este año por la falta de clientes. “Él también es profesor y se empleó en una escuela de Lamara (en la región fronteriza)”.
Otros prefieren ir a Tumbes, Sullana y Piura, en el norte peruano. Según el alcalde de Macará, Roberto Viñán, si bien la migración a ese país aún es mínima, tomó auge en los últimos meses porque hay oportunidades en actividades agrícolas en Sullana.
Otros, dice Viñán, prefieren estudiar la universidad en Piura o dedicarse al comercio en Aguas Verdes y Tumbes.
En la actualidad, el Municipio de Macará realiza un estudio socioeconómico de la población. Allí, se determinó que esos son algunos de los destinos elegidos, pero aún no se cuantifica la cantidad de población que salió.
Según el Censo de Población y Vivienda realizado hace cuatro años, 615 personas emigraron: 417 hombres y 198 mujeres. La causa principal fue la falta de empleo.
Luis Cañar labora desde hace siete años en la compañía Hidalgo & Hidalgo. Está asignado en la obra de construcción la eje vial binacional que une los poblados de Macará, Zapotillo y Piura.
Para este macareño de 32 años, no queda más que emigrar, porque casi no hay fuentes de empleo. “Una de las pocas opciones son las arroceras, pero no necesitan muchos trabajadores”.
En el sector agrícola, por la falta de lluvias, los campesinos vendieron o trasladaron su ganado a otras partes de la provincia de Loja y eso también contribuyó a reducir las oportunidades de trabajo.
Según Cosme Hidalgo, presidente de la Asociación de Ganaderos de Macará, se aplican demasiados controles para los agricultores y esto “impide vender sus productos entre los cantones”.
En el mercado de Macará también se redujo el número de puestos de productos agrícolas. Maricela Méndez recuerda que hace cinco años el negocio estaba activo de lunes a domingo y se vendía especialmente carne. “Ahora solo hay movimiento los fines de semana”.