Redacción Quito
La aguda melodía de la dulzaina (silbato elaborado con madera y carrizo) se funde con el sonido del tambor. Valeriano Camo, de 70 años, sopla con fuerza el silbato que marca el inicio del ritual.
La loma de El Panecillo, ubicada en el centro de Quito, es el espacio escogido para efectuar el rito en honor al fuego. Representantes de las provincias del Ecuador se reúnen para realizar la ceremonia. Esto como preámbulo de la fiesta del Inti Raymi.
Un poncho rojo y un vaso de licor abrigan a Camo del fuerte viento que sopla a 3 000 metros de altura. Clemente Canasaca está sentado junto a Camo y no deja de tocar un tambor de madera y cuero de borrego.
Ambos llegaron desde Cañar para participar en la ceremonia del Inti Raymi.
“Con la música convocamos y elogiamos a la Pacha Mama”, refiere Canasaca.
Rafael Morales camina al compás de la música dentro de un círculo formado por pétalos de rosas rojas, amarillas y blancas. Él es uno de los cuatro yachacs (sabios curanderos) que encabezan el ritual al fuego. Una corona de plumas de papagayo, una túnica negra, un collar adornado con cuentas rojas y negras y un báculo negro lo identifican.
“Esta es la fiesta del pobre, la fiesta de la alegría. Pacha Mama, te pedimos que nos des buenas energías para nuestros pueblos”, dice Morales con voz enérgica y con las manos elevadas al cielo.
Jerónimo Calazacón también eleva sus manos.
Él llegó desde Puyo en representación de las poblaciones del Oriente del país. Una camiseta blanca, un corto faldón, una pechera de piel de tigre y un collar con los dientes del mismo animal lo protegen del frío.
Aunque es la primera vez que visita El Panecillo, señala que ya es experto en el ritual al fuego. “En nuestros pueblos es una costumbre milenaria. Todos los años agradecemos a la Tierra y a los elementos de la naturaleza por todo lo que recibimos”, dice mientras camina lentamente alrededor del círculo.
En el centro, María Chusín ayuda a encender un montículo de carbón.
En ese sitio se desarrolla el acto central de la ceremonia, explica Chusín. “Los sabios tienen que prepararse para caminar sobre el fuego. Lo hacen con las energías que provienen de la Pacha Mama” .
Israel Morales, de 6 años, se une al ritual. El pequeño sopla con fuerza un churo. Un ronco sonido acompaña la melodía de la dulzaina y el tambor.
El intenso olor a carbón se fusiona con el aroma de rosas, licor y eucalipto que se reparten en el ritual.
“Viva papa Sol, viva mama Killa, viva Pacha Mama”, grita eufórico Morales. El acto central se inició. Sus pies descalzos aplastan el camino del carbón encendido. El calor del fuego agilita su paso. “Gracias Pacha Mama”.
Estefanía Corral, una de las espectadoras del ritual, gritó al observar la escena.
“Este es un ritual de mucha fe en la Tierra”. La melodía de la dulzaina no paró hasta que todos los yachacs cruzaran el camino de fuego.