Ecuador es país de diversidades. Quienes vivimos aquí estamos tan habituados a ellas que en la vida cotidiana no nos percatamos de su dimensión. Pero la diversidad es una de las características estructurales de nuestra realidad como país. Hurgar en nuestra identidad es ver las diversidades, conocerlas, tratar de comprenderlas.
En muchos sentidos, nuestro país, con su cuarto de millón de kilómetros cuadrados y sus 12 millones y medio de habitantes, es una América Latina en pequeño, con todos los climas, distintas raíces étnicas y formas de mestizaje. Aquí coexisten culturas indígenas, mestizas y negras, se han incorporado muchas generaciones de emigrantes y se dan fuertes identidades regionales. Pero nuestro país no es una sumatoria sin más de esos elementos. Es, en muchos sentidos, una realidad con perfiles propios que se ha forjado con la interacción de ellos.
A primera vista, las diferencias que hay en el Ecuador son tantas, que se ha llegado a pensar que es una hechura arbitraria, que se mantiene artificialmente con peligro constante de disolución. La verdad es, sin embargo, que nuestro país es una realidad tangible y presente; con raíces, con una rica historia, con un sentido de identidad profundo aunque a veces, como ahora, sumido en una crisis.
En nuestro país las diferencias entre ricos y pobres se han agudizado, con un crecimiento de la pobreza en las últimas décadas. Estas diferencias no son valores sino grandes limitaciones que solo pueden enfrentarse con justicia social.
La justicia social trae consigo en primer lugar la conciencia de las grandes diferencias que dividen y enfrentan a los ecuatorianos y latinoamericanos. En segundo lugar, supone una lucha organizada contra un sistema injusto que perpetúa y agudiza la explotación y la pobreza. En tercer lugar, demanda una acción conjunta de nuestros países por lograr mayor equidad y justicia en el campo internacional. Forjar una vigorosa identidad ecuatoriana no solo significa reconocer las diversidades étnicas sino, también, tener conciencia de los agudos enfrentamientos de clase que han marcado la realidad y buscar el camino organizado para superarlas.
Ecuador no es un membrete o rótulo sin contenido. Es un país cuyo proyecto nacional puede rastrearse en la historia y verse en el presente. Al mismo tiempo es parte de una comunidad andina, latinoamericana y mundial que debe ser vista como elemento fundamental para nuestro futuro.
La diversidad es nuestra riqueza. Pero puede ser también nuestro peligro si no la asumimos desde la unidad del país como fundamento y objetivo. Debemos forjar al mismo tiempo su unidad y proyección. El Ecuador, nuestra patria, es una realidad histórica, social, cultural y política que se explica por la unidad en la diversidad.