Redacción El Tiempo, Colombia
El 25 de febrero fue un día particularmente violento en Bogotá. En menos de seis horas, entre las 07:00 y las 13:00, un abogado, un universitario y un ganadero cayeron asesinados en distintos puntos de la capital por pistoleros a sueldo.
En todos los casos, los sicarios dispararon cerca del lugar de estudio o de trabajo de la víctima y, como suelen operar, se fugaron a bordo de motocicletas de alto cilindraje.
Los datos
En el TransMilenio se han instalado 246 cámaras de video para monitorear y combatir el atraco, principal lunar en la operación de los buses articulados.
En la capital también se intensifican los controles en las zonas de diversión, así como en las periferias.La seguidilla criminal de ese día en Bogotá podría ser una casualidad trágica. Pero la realidad es que así como hace tres años la ciudad enfrentó el desafío del robo de vehículos a los ciudadanos (que llevó al presidente Álvaro Uribe a ordenar un revolcón en la Policía de la ciudad), hoy afronta el fenómeno del sicariato.
Ciudades como Medellín y Cali son las que más padecen de esta situación por culpa de la guerra de los carteles del narcotráfico.
El asunto del sicariato preocupa en Bogotá, ya que fue una ciudad que dio ejemplo a toda América Latina, en la última década, al reducir drásticamente su tasa de homicidios por cada 100 000 habitantes (de una tasa de 80 asesinatos en 1999 pasó a una de 18 en 2008). Eso, gracias a estrategias que mezclaron campañas de cultura ciudadana, reforzamiento de la autoridad y planes concretos contra los delitos.
Hoy, el reporte más actualizado de las autoridades (a julio) señala que en lo que va del año se han registrado 756 asesinatos, lo que indica una reducción en esa estadística frente al mismo período del año pasado (cuando fueron 784 homicidios). En el primer semestre, la tasa de Bogotá es de 17,4 asesinatos por cada 100 000 habitantes, según la Policía Metropolitana.
En este punto, Bogotá sigue manteniendo la tendencia de reducción del homicidios, frente a ciudades como Medellín, que lleva 1 081 crímenes este año, es decir, ya superó todos los reportados en 2008.
El sicariato, según un análisis de la Secretaría de Gobierno de la capital colombiana, no se está dando por un auge inusitado del narcotráfico o una pelea visceral entre bandas criminales por el control territorial de Bogotá. Sino, en buena medida, por las venganzas o ajustes de cuentas entre toda clase de delincuentes procedentes de otras ciudades del país (como Medellín y Cali).
La propia Alcaldía ha reportado que algunas de las más recientes víctimas del sicariato no llevaban más de 72 horas en la ciudad, lo que podría indicar que está fallando la estrategia de la delincuencia de buscar refugio en la gran urbe.
Pero aparte de ese fenómeno, detrás de algunos casos donde las víctimas han sido habitantes de la capital están las disputas territoriales por el control del microtráfico de drogas, es decir, la venta al menudeo de marihuana, bazuco o cocaína en los barrios bogotanos, que desata conflictos internos entre los llamados pequeños ‘capos’.
Los sicarios son personajes que no saben ni quieren saber quién es su víctima ni quién encargó el trabajo. Sólo reciben una orden y una paga por el crimen.
Una vez que se les señala el blanco, investigan su rutina y buscan el momento adecuado para matar a su víctima. En la actualidad ha descendido la cantidad de crímenes cometidos a manos de sicarios, porque los barones de la mafia han perdido margen de maniobra. Sin embargo, el fenómeno seguirá latente mientras exista el narcotráfico.
En el 99% de los casos, los sicarios están al servicio del narcotráfico”, manifestó. En ese sentido, junto con la instalación del narcotráfico en otros países de la región, llegan los crímenes por encargo.
Además de esos problemas, expertos como Jairo Libreros, docente de la Universidad Externado de Colombia, llaman la atención sobre otros tres desafíos para la seguridad ciudadana: el primero, los desplazados por la violencia de otras regiones del país que buscan refugio y auxilio en la ciudad. Se calcula que en promedio llegan diariamente 30 familias en esta condición.
El segundo, la participación de desmovilizados del paramilitarismo y de la guerrilla en actos criminales en Bogotá, y el tercero, la pesadilla del atraco callejero, que sigue siendo uno de los principales dolores de cabeza para las autoridades y los ciudadanos.
Más recientemente, la ciudad ha sido alterada con atentados a través de cargas explosivas de bajo poder que han hecho impacto en locales comerciales. Así también, la quema de busetas que ha estado relacionada con extorsiones y de la que se sindica a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), principalmente.
Sobre los atracos callejeros, una reciente encuesta de percepción ciudadana, realizada en julio para El Tiempo, indica que esta es la principal razón de la gente para sentirse insegura (según el 66 % de los entrevistados. El año pasado fue el 55 %).
Otro de los temas que preocupan es el ajusticiamiento por mano propia. En Bogotá, recientemente, un hombre murió luego de que una turba enfurecida de vecinos lo golpeó incesantemente tras ser señalado de haber abusado de una menor.
En el último año la Secretaría de Gobierno de la ciudad identificó 31 zonas críticas de la capital donde se concentran delitos como el atraco callejero y el homicidio. A partir de esa georreferenciación, se diseñaron planes puntuales para atacar el crimen en cada zona.
Adicionalmente, se han implementado políticas drásticas como prohibir -también por zonas-, la circulación de menores después de las 23:00; restringir el consumo de licor y los horarios de la rumba y la prohibición de portar armas.