Redacción Cultura
Una muchacha acude donde un profesor con el fin de obtener un doctorado. Primero es atendida por María, la criada, poco después ingresa el viejo maestro.
‘La lección’ se inicia con un ritmo acelerado. La pieza, escrita por Eugene Ionesco y estrenada en París en 1951, trata, desde el teatro del absurdo, las deficiencias del sistema educacional, la dificultad en la comunicación interpersonal y las relaciones de poder.
El Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (México) puso esta pieza en escena, con una adaptación de Armando García, pero respetando los planteamientos originales. El absurdo se presenta desde el equívoco en las intervenciones de los personajes y se materializa con la irrupción de situaciones contradictorias, que destruyen el orden lógico de las acciones y plantean conflictos existenciales.
Desde los rostros pintados de los actores, el montaje de los mexicanos evidenció teatralidad. Su gestualidad amplia y los desplazamientos sobre escena dan razón del trabajo con la memoria corporal. Eso sí, cada movimiento se enmarca en el orden del absurdo, de ese repetitivo fluir de ideas.
Si las acciones conforman una especie de danza caótica, el sentido de las palabras se bifurca, se abren las significaciones de cada diálogo e incluso se disuelven en las voces de los tres intérpretes.
Los personajes están bien construidos e identificados por los actores. La criada, personificada por Briseida Cerón, logra complicidad con el espectador. A ella, le acompañan Montserrat Ángeles y Carlo Trápala, alumna y profesor. En esta pareja se visibiliza la relación de dominio, una relación que se desarrolla a través del maltrato físico en la estudiante y que se deriva en un desmoronamiento emocional.