Un manto de sombrillas blancas cubrió el sendero polvoriento de la hacienda San José, en Nobol, el pasado 12 de octubre. Bajo esas sombras, decenas de religiosas salieron, desde las 10:00, en una peregrinación hacia el centro del pueblo. Con un rosario en la mano, Sor María Zoila repetía los avemarías. “Ella ha sido un ejemplo para todos, un reflejo del amor de Dios”.
A paso lento, avanzaron sobre el asfalto caliente de la vía a Daule. El carretero se llenó de plegarias y de cánticos. Algunos entonaban canciones con guitarras y acordeones. Otros, con un son más alegre, elevaron sus plegarias con tambores, güiros y trompetas. “Este peregrinar debe ser en nuestra vida diaria, como lo hizo Narcisa. Sabemos que nuestra Santa ecuatoriana intercede por nosotros”, dijo la hermana franciscana, Juana Contreras.
Las sombrillas de las religiosas se mezclaron con las toldas coloridas de los puestos de comida que rodean Nobol. Y al coro de peticiones se unieron las voces de los vendedores. Frente a su quiosco de queso y maduros asados, Sara Mestanza elevaba sus pedidos a la Narcisita. “Cada día nos bendice. Por ella es que vienen los clientes. La visitan en el Santuario, oran y después vienen a disfrutar de la comida criolla”. El sol era tan intenso como el fervor de los fieles. Arturo Plúas salió temprano del recinto Los Quioscos. “Dejé el campo, lo dejé todo por venir a ver a la Narcisa”. Su esposa, Rebeca Lamilla, sostenía con fuerza un retrato de la Santa. “Ella es bien milagrosa. Hay personas que han recorrido el Santuario de rodillas y han sido sanadas”, cuenta la mujer.