Redacción Ibarra
‘Es mejor utilizar las botas de goma aunque no llueva. Caminen en hilera y no se separen mucho”, dice Diego Tarupí a los 13 turistas que se alistan para entrar en el bosque húmedo.
Nadie se imagina que detrás de aquella estructura de madera y techados de hoja existe una reserva ecológica deslumbrante.
Tome en cuenta
Los costos. Dos días y una noche en la hostería y la reserva cuestan USD 50 por persona e incluye guía, senderismo, comidas y visita a las siete cascadas.
Qué llevar. Botas de caucho, traje de baño, protector solar, repelente, cámara fotográfica, linterna, ropa liviana, ropa abrigada para la noche, botiquín…
Cómo llegar. En la terminal terrestre de Ibarra se toma un bus a San Lorenzo o en vehículo particular se debe seguir la ruta Ibarra-Salinas-Lita y las Siete Cascadas. La edificación de la hostería Siete Cascadas se halla a la vera de la carretera asfaltada que conecta Salinas-Lita-Alto Tambo y San Lorenzo. A 10 minutos de Lita, en la parroquia Alto Tambo cerca al límite entre Imbabura y Esmeraldas, se desarrolla un bosque nublado y lluvioso de 207 hectáreas.
Una pequeña porción de lo que es el área biogeográfica del Chocó y que da cobijo a una de las más grandes diversidades biológicas del planeta.
Los turistas están listos para la aventura. Tienen por delante una caminata de cuatro horas para visitar las siete cascadas a lo largo del río Chuchubí, los senderos y otras maravillas sumergidas en una vegetación abundante. Hugo Herrera es uno de ellos. Este chofer tulcaneño dejó el frío eterno de su urbe para relajarse en el bosque subtropical.
“He venido otras veces. Me maravillan las cascadas, el clima templado y la paz del entorno. Cuando me siento enfermo de estrés me busco un tiempo para venir”, explica Herrera.
El descenso empieza por un estrecho y zigzagueante sendero de tierra. Tres adolescentes, dos niños y ocho adultos forman el grupo guiados por Tarupí y dos guías nativos awa. El camino se vuelve resbaloso, mientras los caminantes se adentran en la maleza coronada por nubes blancas recién evaporadas. “Pronto entraremos al túnel del amor”, advierte Tarupí.
Se refiere a un túnel abandonado del ferrocarril que tuvo su época dorada hace medio siglo. El paso tiene unos 100 metros de largo. La oscuridad es total y el olor a humedad y amoníaco advierten sobre la existencia de murciélagos. Son minutos tensos, pero emocionantes.
Elizabeth Cruz, otra de las turistas, abraza a su hija de cuatro años para tranquilizarla, mientras sus botas chapotean en el fango y el agua estancada.
Al final todos salen felices, pero no tienen tiempo de comentar sus miedos. La corriente del Chuchubí les avisa que la primera cascada está cerca.
El escenario es maravilloso. El agua transparente se descuelga por una pendiente y forma una piscina natural que atrapa por completo los sentidos.
Sin decir palabra colocan las mochilas entre las rocas y visten sus trajes de baño. El chapoteo dibuja satisfacción en los rostros de todos. Los dos guías nativos los vigilan desde la orilla.
Diego Tarupí, acostumbrado a servir de guía, se relaja y aporta otros detalles sobre la reserva. “Hace cuatro años empezó este proyecto privado de ecoturismo y conservación. Mi familia compró esta propiedad y nos propusimos conservarla para enseñar a la gente a amar este ecosistema y demostrarles que hay otras formas de ganarse la vida y no solo cortando árboles”.
En la actualidad, esta hostería puede alojar a 15 personas en cabañas en medio de la selva con baño privado y una espectacular vista del bosque nublado.
También existe un espacio para otros 20 viajeros en carpas con todas las comodidades en un área cubierta. Cuentan con servicio de restaurante bajo reserva, guía nativa y deportes de aventura. Cada cascada tiene su nombre y particularidad.
En algunas hay piscinas naturales, hermosas y profundas. Al atardecer, el grupo está exhausto y satisfecho. “Es un cansancio del cuerpo y no del espíritu. Me siento renovado. Lo que más me agradó fue sentir el golpe de agua dentro de las cascadas”, comenta feliz Herrera, mientras se prepara para volver al Carchi con su esposa e hija.