Hay momentos en que uno tiene ganas de morirse. Cuando lo dejan es uno de ellos. Esa es la peor razón para hacerlo. Lawrence Durrel dice que “buscamos llenar el vacío de nuestra individualidad y por un breve momento disfrutamos de la ilusión de estar completos. Pero es sólo una ilusión: el amor une y después divide”. Y a veces, también duele. Sobre eso le preguntamos a la psicóloga colombiana María Cecilia Betancour, autora de múltiples libros.
“Hay que ser objetivos y cuestionar las ideas irracionales que nos hace ver que perdimos lo máximo”. ¿Cuándo duele el amor?
La pregunta debería ser la contraria, ¿Cuándo deja de doler? Algún día. Podemos ser felices si aprendemos a serlo, si aprendemos cómo se construye una buena relación de pareja, cómo se defiende y se cultiva un amor que sea útil, próspero y de largo aliento. De pronto en las primeras experiencias amorosas tengamos que pasar por el sufrimiento, la depresión, la frustración, pero todas las experiencias nos van dando herramientas para cuando venga un amor que sirva.
¿Es importante sufrir?
Hay que hacer una distinción entre dolor y sufrimiento. Hay adversidades y pérdidas que producen mucho dolor. Eso es lo propio de un ser humano, de estar vivo. Eso es lo normal y es bueno, porque nos deja gratas experiencias que nos permiten enmendar el pasado y hacer las cosas de mejor manera hacia un futuro. Eso es el dolor.
¿Y el sufrimiento?
Es cuando el dolor se hace crónico, cuando nos sentamos en la tristeza a contemplarla, a no hacer nada por superarlo, nos entregamos al abandono de las cosas y de las personas importantes de nuestra vida.
¿Cómo evitar caer en eso?
Tenemos que buscar en nuestro interior esos recursos maravillosos que están dormidos. Cuando tenemos un dolor tan grande primero tenemos que volver a nuestro interior para mirarnos de una manera más realista. Hay que confrontar nuestras ideas irracionales, como aquellas que dicen: “Es que perdí la mejor parte de mi vida”. “Es que se me acabó la autoestima”. “ Es que era un sol de primavera”.
¿Qué hay qué hacer?
Seamos realistas. Empecemos a ver de manera objetiva al otro y a la relación. Coja papel y lápiz para ver qué tan perfecta era la otra persona. ¿De verdad era todo sonrisas las 24 horas? O también me ofendía, me gritaba, era egoísta, era tacaña, mentirosa. Hay que dejar en claro que esa persona tenía grandes valores pero también grandes defectos, que la relación era muy linda, sí. Bueno, a veces la pasábamos muy bien sexualmente, a veces íbamos a hacer deportes o a ver televisión. Pero también a veces dormíamos y no nos hablábamos y estábamos enojados.
¿Cuál es el remedio?
La persona que está mal lo mínimo que tiene que hacer es hablar con alguien y dejarse ayudar. Puede ser un psicólogo, un terapeuta, el cura de su barrio o un amigo. Tiene que creer en su capacidad de recuperación y pensar que esto le está pasando por un solo motivo: porque es un ser humano. Esto tiene que ser temporal, no podemos centrarnos en que este es un dolor del que nunca jamás voy a salir. Un duelo no puede durar más de cuatro o seis meses, como demasiado un año, en el que esté triste, inactiva, en que tenga pensamientos renuentes y autodestructivos. Eso es parte del duelo normal. Pero tiene que ir haciendo cosas, abrirse, hablar con alguien, leer. Tiene que encontrar razones para revivir.
¿Dónde encontrar esas razones?
No en el discurso culebrero de que usted resulta muy atractivo, muy joven, que tiene la vida por delante. Las razones las va a encontrar en su propia experiencia, evaluando con objetividad todo lo que vivió, no idealizando la relación ni cuestionando su autoestima. ¿Por qué va a perder la autoestima? ¿Usted deja de ser la persona generosa, inteligente, de buena memoria que siempre ha sido? Tiene que pensar que sus valores no se pierden porque su pareja lo dejó. Tiene que ser realista con respecto a sus pensamientos y con todo lo que piensa que sacrificó por esa relación.
Usted piensa que dio lo mejor de su vida. En realidad, usted no dio nada, usted hizo un negocio. Estaba pasando buenísimo cuando le iba bien. Piénselo así y verá que el dolor desaparece y que encuentra los motivos para volver a mirar la vida de cara al sol.
¿Por qué hay personas que sufren más que otras?
Hay varios factores. Uno es la experiencia. Estar más curtido por las penas da cierta corteza emocional. La sensibilidad también cuenta. Hay personas que olvidan rápidamente y no se frenan, pensando que le pusieron la zancadilla, sino que siguen caminando relativamente fácil. Eso es cuestión de diferencias individuales, pero también de personalidad, de cómo está mi autoestima, de cómo está la confianza en mí mism0.
¿Cómo volvernos más duros?
Las personas excesivamente sensibles han dejado que en ellas impere más la emoción que la razón. Está bien ser emocional, pero hay personas que se quedan allí y no analizan, ni abren su mente para volverse más flexibles de pensamiento, para pensar que están equivocados con respecto a la persona que los dejó, que no era perfecta. Cuando es flexible y mira la realidad como es, no importa lo dolorosa que sea, deja de ser tan emocional, emotivo y soñador.