Redacción Quito
Maquilladas, el cabello de la peluca bien acicalado, zapatos de taco alto y ropa apegada al cuerpo son las particularidades de las viudas locas y lloronas. Estos personajes, tradicionales en esta época del año, deambularán hoy por las calles de la ciudad vestidos provocativamente.
Su propósito será recoger algunas monedas para quemar a su año viejo. Así tratan de aliviar el dolor por la muerte de su querido viejito, representado en un monigote. Todo comienza con la organización entre amigos del barrio, compañeros de aula o de trabajo.
Por ejemplo, los funcionarios del hotel Hilton Colón, en el norte, desde hace seis años mantienen su costumbre de confeccionar muñecos, disfrazarse de viudas y salir a las calles.
Jorge Cazar, quiteño de 26 años y responsable del manejo de llaves dentro del hotel, es uno de los activos participantes. Lo primero que hace Cazar -antes de su transformación- es conseguir el permiso de su esposa para hurgar en su armario femenino y encontrar las prendas adecuadas.
Luego, lleva la ropa hasta el hotel, ubicado en las avenidas Amazonas y Patria. Allí se reúne con sus compañeros para iniciar su transformación. “Las compañeras mujeres nos pintan los labios y ojos. Como muchas mujeres, nos demoramos entre una y dos horas en quedar guapas”.
Un procedimiento similar cumple Wilson Chulca. Él trabaja en el área de lavandería del hotel. Cuando se disfraza es “atrevida”. Hace movimientos sensuales frente a los vehículos y pronuncia palabras dulces.
Asimismo, muestra sus pronunciadas formas usando minifaldas y un abultado sostén. Curiosamente, debajo de estas prendas de vestir se usan esponjas de los colchones vetustos del hotel.
Cada 31 de diciembre, el grupo de viudas camina “llorando su angustia” por las áreas de cocina, recepción, gerencia y otras partes del interior del hotel. Incluso, hay viudas que bailan con los huéspedes ‘gringos’ del hotel. En 2008 lograron recaudar USD 35 desde las 10:00 hasta las 16:00. El recorrido se realizó por la av. Patria. Este año la tradición se mantendrá.
Chulca dice que no lo hace por negocio sino por tradición. “El dinero se utiliza comprando comida o cerveza para despedir el año”. Un costumbre similar hay en la ciudadela Ibarra, en el sur.
Roberto Peralta, estudiante universitario, cuenta que en el barrio la tradición se mantiene desde hace una década. La jornada arranca a las 09:00. Primero se inicia un recorrido por las casas de los vecinos, donde se baila y se recibe dinero.
En la tarde y noche, en cambio, las viudas con más energía bailan en las calles del barrio. “Siempre nos tomamos unas bielas (cervezas) para perder la vergüenza. Los ritmos que más se bailan son el reggaetón y música electrónica”, concluye Peralta.
Una de las estrategias cómicas del grupo de disfrazados es bautizarse -momentáneamente- con nombres como Zoila Vaca o Maruja. Eso causa risas entre las personas que dan dinero.
Francisco López, chofer, es otra viuda que sale el 31 de diciembre de cada año a la avenida Mariscal Sucre, en el sector El Pintado.
En esta vía, ubicada en el sur de la ciudad, esperan a las personas caritativas que pueden ser de muchos tipos.
Según López, ocurren cosas curiosas cuando en el barrio, por ejemplo, circulan por la zona patrulleros de la Policía Nacional. “Una vez encendieron las luces y la sirena para bailar más sensual”.
En los grupos de disfrazados hay viudas que no tienen pelos en la lengua y dicen cosas que hacen enrojecer hasta al más pervertido de los transeúntes. Entre los disfrazados más numerosos participan payasos, policías, diablos…
Estos últimos utilizan máscaras o caretas. El año anterior, en El Pintado, lograron recaudar USD 70 sin ubicarse ni estar cerca de las calles más transitadas.
Sin embargo, con el transcurrir de las horas hay viudas que van perdiendo su ‘glamour’. Incluso, no les importa si se traspasan los límites labiales. “Y, ¿quién se maquilla a la perfección con una pérdida tan honda y un dolor tan profundo?”, bromea López quien también saldrá hoy a las calles.