Redacción Guayaquil
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Aunque solo tiene nueve años su letra es bien definida. Sus dedos sostienen con firmeza el bolígrafo que se desliza sobre las líneas de su cuaderno de Lenguaje. Los trazos son rectos y bien moldeados.
Para el pequeño Galo Gálvez la mejor hora es la de Matemática, pero también le agradan las clases de Ciencias Naturales y Estudios Sociales. “De grande quiero ser científico”, dice mientras da la vuelta a la página de su libro.
Galo tiene un promedio de 19 y es uno de los mejores de su salón, el quinto año básico. El año pasado participó en las pruebas SER Ecuador del Ministerio de Educación y también obtuvo una alta calificación.
Su nota, sumada a la de sus otros compañeros, le dieron a la escuela fiscal José Miguel García Moreno uno de los primeros puestos en los planteles con mejor rendimiento académico del régimen Costa.
La directora María Leonor Bravo asegura que el éxito está en el trabajo de los 20 maestros del plantel. “En cuanto a la enseñanza, este puntaje nos demuestra que la escuela fiscal tiene la misma capacidad de la escuela particular. La excelencia académica está en la eficiencia y la eficacia de los profesores”.
En medio de los pupitres de segundo de básica, la maestra Marcela Ordóñez revisa los cuadernos de sus chicos. En la primera fila del salón, el pequeño Luis Maldonado terminaba de copiar la tarea de Gramática.
“Nos preocupamos por reforzar matemática y ortografía. Todos los días hacemos dictado, eso los ayuda a desarrollar su motricidad”, comenta Ordóñez.
En la M. García Moreno, ubicada en Sauces V (norte de Guayaquil), estudian 584 niños. En sus 27 años de labores, esta es la segunda ocasión que alcanza un reconocimiento por su rendimiento. En 2006, obtuvo el segundo lugar entre 129 planteles en un concurso del Municipio.
El premio fue de USD 12 000, monto con el se construyó un polideportivo. Ahí los niños no solo juegan fútbol, sino también ajedrez, pin pon y hasta gimnasia.
La tecnología no es ajena a este plantel fiscal. Hace pocos años se levantó un centro de informática con 40 computadoras. Sin embargo, 20 están en el suelo debido a la falta de mobiliario.
La maestra Sonia Aragundi afirma que esas falencias no han sido un freno. “Todos colaboramos. Aportamos con materiales y las cosas que falten para lograr que la enseñanza sea efectiva”.
La valoración del Ministerio abarcó cinco categorías. La escuela M. García Moreno se ubica entre las primeras del rango de escuelas completas. También se evaluó a unidades educativas, colegios, escuelas unidocentes y escuelas pluridocentes.
En esta última categoría, la escuela 5 de Junio de Quevedo, en Los Ríos, se ubicó entre las mejores calificadas. Para Dalia Castro, subdirectora del establecimiento, la clave ha sido la exigencia. “Hay que exigir para poder tener buenos resultados”, enfatiza.
Castro afirma que el plantel, de más de 32 años, se caracteriza por la enseñanza individualizada. En cada aula hay unos 12 alumnos. Y unos 78 chicos , de cuarto y séptimo básico, dieron las pruebas SER 2008.
Los evaluaciones trimestrales que aplican los seis maestros de esta escuela aportaron a que los estudiantes obtengan un buen puntaje a nivel de todo el Litoral.
Pero los colegios grandes o ‘con historia’ no alcanzaron buenas notas, como el Vicente Rocafuerte. La subsecretaria de Educación del Litoral, Mónica Franco, reconoce que hay falencias y que “hay que trabajar mucho más en adecuar el curriculum y revisar la asesoría pedagógica”.
Hoy, a las 10:00, tanto estudiantes como sus educadores son premiados durante una ceremonia que se realiza en el Instituto Superior Guayaquil.
Patricio Cajas, del Contrato Social por la Educación, cree que la evaluación no solo debe quedar en un premio. “Esperamos que los resultados, más que reconocimientos, signifiquen un plan en capacitación a maestros, de inversión en infraestructura y de participación comunitaria que integre a todo el sistema educativo”, recalca el experto.
Una escuela modelo se cerró en Manta
Redacción Manta
En Manta, Manabí, Holanda Toala, directora de la escuela comunitaria Ernesto Velásquez Kuffo, cuenta que el esfuerzo y la dedicación marcan la diferencia en la calidad de la enseñanza.
“Adaptamos el pénsum de estudios según las realidades de los niños. Esta experiencia fue evaluada a lo largo de tres años”. Pero, este año, los directivos tomaron una dura decisión: cerrar el establecimiento, ante los problemas sociales que se presentan en el barrio donde están ubicados, en la parroquia Eloy Alfaro, en Manta.
“Se habían iniciado clases, pero el cierre fue imperativo, ya que no se podía convivir con tanto problema social”. Por esta razón, los 30 niños que estuvieron matriculados tuvieron que ser cambiados a otras escuelas cercanas. Incluso, algunos niños dejaron de estudiar.
Los infantes se habían quedado sin la posibilidad de matricularse en otros establecimiento. “Llegaron a nosotros y por las mismas fueron derivados a otras instituciones. Muchos de esos niños generaban ingresos para sus hogares”.
La escuela Velásquez Kuffo es comunitaria. “No se cobraba a los padres. Ellos colaboran de acuerdo con sus posibilidades. Las tres maestras que estábamos al frente no cobrábamos sueldo, cuando nos entregaban algo era para la movilización”.
Toala recuerda que ella y sus compañeras fueron evaluadas desde hace tres años por personal del Ministerio de Educación. “Pensábamos que era algo rutinario, nunca me imaginé que era para saber cómo estaba nuestro nivel con el resto de establecimientos de la Costa”, dijo al saber que estaban en la lista de los mejores planteles. El fin es reiniciar sus actividades el próximo año. Ahora, las aulas se usan para apoyar en las tareas escolares a una docena de niños que necesitan de esta ayuda.