Tullpucuna significa ‘colores’ en quichua. Pero, desde 2007, también significa danza, folclor en movimiento, expresión del espíritu. En ese año, un grupo de bailarines se unió bajo este nombre, al sentirse identificados con el colorido de las vestimentas de las culturas tradicionales de nuestro país y con los diversos paisajes que nos rodean. Además, de esta manera también evocan al ‘kuichi’ (arco iris), tan importante para la cosmovisión andina, que ha llegado a ser el símbolo de las nacionalidades indígenas, representado con la wiphala.
Tenga en cuenta
Tullpucuna son Óscar Altamirano, Lilián Andino, Carla Badillo, Fernanda Benavides, Rocío Coronado, Paola Espinoza, Tania Ibarra, Mirelle Llaguno, Hugo López, Steven Olmedo, Karla Sierra, Nancy Sierra, Wilmer Vásconez, Reinaldo
Tipán y Mónica Trujillo.
Premios. 1er lugar en el V Festival de Danza ‘Semillas de nuestra tierra (Llano Chico, 2009).
También ganaron dos medallas de plata en el V Concurso de la Confederación Interamericana de Profesionales de Danza.Con el objetivo de trasmitir el patrimonio de nuestras culturas, reafirmando las raíces y valores ancestrales, este grupo independiente mantiene presentaciones en distintos escenarios. Recientemente, como una celebración por su segundo aniversario, Tullpucuna ofreció un espectáculo en el Teatro del Colegio San Gabriel. El lugar estuvo casi copado y los asistentes se abrigaron del frío quiteño no solo con su cálida danza, sino que el festejo contó con otras expresiones, como la de Carla Badillo, integrante del cuerpo de danza, que leyó un emotivo poema de su autoría sobre la importancia de llevar nuestras raíces muy arraigadas donde sea que vayamos.
Sobre el escenario Tullpucuna demostró su pasión por expresarse con el cuerpo y animar nuestro latido colectivo, al compás de los sonidos milenarios. Su repertorio diverso hizo brillar los colores de culturas tradiciones como la zuleteña, cuando las ‘warmis’ movían sus faldas al ritmo del amor. La cultura Otavalo también estuvo representada con el segmento ‘Zig zag’, que mostraba la belleza de la mujer andina, mientras elevaba sus chalinas como alas. Personajes como los imponentes ‘diablohumas’ encendieron el escenario, y el danzante con un elaborado y fastuoso traje de espejos, recreó la algarabía de las fiestas populares.