Redacción Cuenca
Culminó otro año y con él una serie de sueños realizados y otros por cumplir. Antes de que el reloj marcara las 00:00 de anteayer y de que los abrazos se fundieran en la familia, los niños también expresaron sus deseos y compromisos para este año.
Nada material. El sueño de la cuencana Daniela Benenaula, de 8 años, es que no existan más niños tristes por ausencia de los padres que emigraron.
David Alvarado, de 13 años, quiere que se establezcan leyes estrictas a favor de la naturaleza porque el planeta está afectado.
2010 será mucho mejor, pero hay que sembrar para cosechar
David Alvarado
Alumno de la Escuela Miguel Á. Estrella
Cristian López, de 11, ambiciona que Dios siga bendiciendo a sus padres con salud y trabajo. Edison Chacho sueña con tener tesón y suerte para culminar con la primaria y seguir con el mismo éxito la secundaria. Pero también desea destacarse dentro de una selección de fútbol para menores de 15 años.
El pasado miércoles, en casi todos los centros educativos de la capital azuaya se vivió la despedida de 2009. En un ambiente de algarabía y nostalgia se intercambiaron los deseos entre profesores y alumnos. Y a través de los monigotes se quemaron algunos antivalores.
Los niños López y Chacho, de la Escuela Miguel Ángel Estrella, liquidaron la indisciplina y el irrespeto y además se propusieron convertirse en mejores seres humanos en 2010. “Dios me dio tanto en 2009 y yo di poco por los demás”, confesó Chacho, quien ese día vistió de ‘viuda’ para alegrar la fiesta.
Según el profesor José Mendieta, del séptimo de básica del mismo plantel, el deseo casi generalizado en su aula es mantener unidas y en paz a sus familias.
“La mayoría de alumnos tiene a sus padres fuera del país y en diciembre es cuando más añoran su presencia”.
Ariel Gómez, de 11, no ve a sus padres desde hace cinco años, cuando emigraron a Estados Unidos, pero hablan con frecuencia por teléfono. En Navidad le enviaron un PlayStation, aunque lo que más desea es volver a verlos y abrazarlos para confirmar que están bien, expresó con voz pausada.
Mendieta cree que por la ausencia de los padres, hay niños que en la época de Navidad y de fin de año pasan tristes y hasta bajan el rendimiento escolar.
“Los incentivo para que cada año se dediquen más al estudio y para que sean excelentes personas”. Según el maestro, la obediencia, la autodisciplina y la generosidad son parte de la lista de promesas de sus alumnos.
Según la psicóloga educativa Linda Matamoros, al finalizar un año más los padres pueden ayudar a sus hijos a pensar en propósitos fáciles de cumplir. Objetivos que permitan a los menores proyectar su vida hacia logros futuros, de esta forma adquieren orden en la adultez.
Su colega María Sánchez considera que hay que orientarles, decirles que no se trata de elaborar una lista interminable de deseos y metas sino de priorizar las que resulten relevantes. Además, que cristalizarlas depende del trabajo de los muchachos.
Las dos especialistas coinciden en que se debe hacer que el niño entienda por qué es necesario preocuparse por los problemas personales y familiares. Pero también que mire hacia atrás, para que haga un balance de los errores que cometió y de cómo ellos afectaron a la vida de otros y estimularlo para que cambie.
La clave es que los padres brinden la seguridad a sus hijos de que todo aquello que se proponen en un nuevo año se puede cumplir, siempre que se esfuercen por hacerlo y no se queden en el intento. “Hay que acompañarles en ese proceso sin intimidarlo y evitando la crítica”.
David Alvarado comentó que el año que terminó experimentó cambios positivos en su vida, algunos relacionados con la parte física por su paso a la adolescencia, la mudanza de casa, el traspaso al colegio… En todo me fue bien. “2010 será mejor, siembro para cosechar”.
Aseguró: “A mis compañeros y amigos les motivo a usar y ahorrar de modo racional el agua y la energía eléctrica, para cuidar la naturaleza. Hay compañeros que no ayudan, cuestionan y hacen burla del tema, pero no me importa porque tengo un compromiso conmigo y el entorno”.