Hay una conspiración en marcha que puede derrocar al Gobierno: proviene del núcleo del Régimen, del interior mismo de Rafael, de su propio mundo de pasiones y delirios.
El principal conspirador contra Correa es su ego, que desde el comienzo del Gobierno ha sido invadido inconteniblemente por su Sombra, es decir por la estructura inconsciente que al ser reprimida se vuelve muy destructiva y contaminante.
El poder de la Sombra en cada ser humano es gigantesco, y cuando invade al ego lo envenena de toxinas psicológicas muy graves: prepotencia, vanidad, afán desmesurado de poder, envidia, destructividad, revanchismo, deseo de someter y oprimir a los demás, especialmente a quienes lo cuestionan y revelan públicamente sus graves errores y abusos.
Es una pena, -dados los innegables talentos del Mandatario, y sus buenas intenciones iniciales-, pero ha sido tomado paulatinamente por el veneno de su propio lado oscuro, así que tanto sus acciones como intenciones sanas y constructivas, quedan dominadas por el afán de supremacía de su Sombra. El mayor enemigo de Correa es Correa mismo, como el de Febres Cordero fue Febres Cordero, el de Bucaram fue Bucaram, de Mahuad fue Mahuad, y de Gutiérrez fue Gutiérrez, como lo sostuve públicamente a su turno.
Bucaram, Mahuad y Gutiérrez cayeron por sus propios errores, abusos, mentiras, incoherencias y actos de corrupción, más que por sus opositores. Ellos mismos sabotearon y dinamitaron los cimientos de sus gobiernos. Por eso, la mejor manera que tiene Correa de proteger su gobierno es aprender a reconocer humildemente su Sombra, integrándola a su ser y curarla, transformándola en tolerancia democrática. El primer paso es el reconocimiento humilde de que ha sido contaminado por la epidemia de la política: el poder invadido por la Sombra. Eso exige que reconozca valiente y públicamente sus graves errores, abusos y autoritarismo, los corrija y renuncie al delirio de perpetuarse en el poder dirigiendo una dictocracia patética y muy ineficiente.
Si quiere trascender tiene que reciclar su Sombra. La humildad es lo único que ayuda a neutralizar al mayor síntoma de la Sombra, hybris, el orgullo, que lleva al síndrome de Ícaro, es decir a la prepotencia delirante de sentirse un enviado divino, infalible, capaz de alcanzar al sol, con lo cual solo terminará desplomándose del poder más temprano que tarde, con las alas chamuscadas y el país severamente dañado.
¿Podrá reconocer su Sombra o será uno más de los presidentes anodinos que caen por el peso de sus propias barbaridades? Lo que no brilla por Sombra propia, nadie lo puede ocultar.
Columnista invitado