Redacción Sociedad
Los ojos y la piel de Manuel Morocho lucen un tono amarillo. La mañana del martes 12, el cuencano de 55 años ingresó con paso lento a la Unidad de Trasplantes del Hospital Metropolitano, en el norte de Quito. Llegó para averiguar qué podían hacer con él, “porque se está quedando sin hígado”.
Lo acompañó su esposa, Rosario Merchán. Los dos son de Cuenca y tras un viaje de 12 horas en bus, la noche del lunes llegaron a Quito sin saber exactamente qué harían aquí. Rosario cuenta que a finales de diciembre de 2008 los médicos detectaron que su esposo tenía cirrosis hepática (enfermedad terminal del hígado). Por falta de información y ayuda económica la dolencia se agudizó y le produjo encefalopatía (alteración mental). “Fácilmente pierde la memoria”.
Cuando se enteraron de la enfermedad Rosario no sabía a dónde acudir. “Así pasamos meses enteros, sin apoyo de nadie”. Pero por consejos de médicos de Loja y Cuenca viajaron al Hospital Metropolitano sin conocer la capital.
Luego de esperar 10 minutos, la pareja finalmente ingresó a la oficina de Johanna Aguirre, coordinadora de la Unidad de Trasplantes del Metropolitano. Está allí hace un año y en ese tiempo ha recibido a decenas de personas que buscan órganos. El número de interesados aumentó tras conocer que el 21 de diciembre de 2009, el Hospital, con apoyo del Ministerio de Salud, realizó el primer trasplante de hígado en el país.
Según Aguirre, el problema es que no existen donantes. Por eso dice que es necesario conversar con la familia y en vida autorizar la entrega de órganos. El Organismo Nacional de Trasplantes de Órganos y Tejidos (Ontot) intensificó la entrega de credenciales para donantes voluntarios (hay 2 000 registrados). Este organismo, que desde esta semana es dirigido por Paulina Chiluisa, y otras siete instituciones en el país, asesoran a los posibles donantes y beneficiarios.
Chiluisa indica que se impulsará una campaña fuerte de donación de órganos. En 2009, Salud retiró USD 27 000 de las cuentas de la entidad. El ex director del Ontot, Fernando Naranjo, aclara que ese dinero era para difundir los beneficios de donar órganos.
Antes de atender a Manuel Morocho, la doctora Aguirre dialogó con Jorge Llanga y su esposa Ximena Cruz. Jorge también sufre cirrosis. Le detectaron hace 8 años y en ese tiempo no pudieron hacer nada, porque en el país no encontraban información ni un hospital para trasplantarse. En 2007, cuando Jorge se realizó el último examen, los médicos le dijeron que tenía apenas el 20% de hígado sano. Desde entonces la enfermedad se agudizó hasta llegar a la encefalopatía.
Él y su esposa viven en Riobamba. Fue en la televisión que se enteraron que el Ministerio de Salud ayuda en trasplantes hepáticos. De inmediato viajaron a Quito la madrugada del lunes 11. La pareja se hospeda en una pequeña habitación que un familiar les presta en el sur de Quito.
Jorge es docente de profesión, pero por la enfermedad dejó de trabajar hace seis meses. La familia no tiene dinero y solo esperan la ayuda del Gobierno. La falta de recursos también frenó toda intención de operarse que tenía Manuel Morocho. Él se dedicaba a la carpintería, pero hace un año abandonó las labores. Su esposa tampoco trabaja y la única ayuda económica viene de sus tres hijos.
La esperanza de vivir se apagó en Gabriela
Desde los 8 años, Gabriela Vintimilla luchó contra la cirrosis hepática. A los 26, el hígado se destruyó por completo, afectó sus riñones y pulmones y falleció la noche del jueves.
El último mes y medio, la joven cuencana pasó permanentemente hospitalizada. Únicamente la última semana de 2009 estuvo en casa, en el norte de Quito.
Allí esperaba que aparezca un donante cadavérico que le salve la vida y no lo consiguió.
Ese donante llegó días después, pero Gabriela estaba en terapia intensiva agravada por una pulmonía. Los doctores no podían hacer nada hasta que se mejore.
Los días pasaron y el hígado dejó de funcionar por completo. El cuerpo de la joven fue trasladada a Cuenca y ayer fue velada.
Inés Naula llora al acordarse de Gabriela. Las dos son cuencanas y necesitaban un hígado. Se conocieron cuando comenzaron el tratamiento. “Quería que las dos volvamos a nuestra ciudad, pero sanitas, sin problemas. Ahora no voy a cumplir ese deseo…”.
El 2 de enero, Naula, de 59 años, recibió un trasplante de hígado. Y ayer se recuperaba en la habitación 205 del Hospital Metropolitano. “Estoy bien y espero seguir así para ayudar a otra gente”.
Desde el 21 de diciembre, cuando se realizó el primer trasplante hepático, hasta el momento se han realizado cuatro operaciones. La primera en someterse a esta intervención fue la quiteña Ángela Viteri. Luego se atendió a Naula, más tarde a Graciela Carchi, quien no resistió la cirugía y el lunes 12 falleció. La última en entrar a los quirófanos fue Luz María Suárez, operada también el lunes. La paciente salió de terapia intensiva y se encuentra bien.