Mauricio Bayas
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Lucen chaquetas impecables con botones brillantes. Los zapatos siempre están bien lustrados para permanecer hasta 10 horas de pie en las puertas de cuatro hoteles de la capital.
Los cuatro tienen una particularidad. Son hábiles para hablar inglés con los huéspedes y son considerados como la primera imagen de los hoteles. Su sueldo, con los ‘cachuelitos’, está entre USD 800 y 1 000.
El oficio de ser botones, según la historia, tuvo su origen en las palabras del inglés ‘bell boys’. La traducción literal es ‘chico campana’. Así, la profesión se debe a una costumbre que empezó en la denominada época de oro de los mejores hoteles del mundo. La misma consistía en llamar a los empleados a la recepción, tocando un timbre.
Esta tarea tomó impulso y luego se la denominó ‘bell hop’, que se interpretaba como el hombre que aparecía al timbre para transportar equipaje. Es decir, cargar maletas de los huéspedes a las habitaciones y ser los encargados de vender los servicios que prestan los hoteles.
Sus conocimientos les han permitido llegar a nuevos puestos y hasta ser instructores en universidades de la ciudad.
Sin embargo, por sus llamativas prendas, en español se les empezó a identificar como botones. Aquí las historias de estas cuatro personas que trabajan en los hoteles: Hilton Colón, Dann Carlton, Swissôtel y Sheraton.
En su anterior cargo fue un guardia
La falta de empleo en Chone (Manabí) obligó a Freddy Quijije a salir de su provincia natal. En principio, llegó a la capital y trabajó en el sector de las telecomunicaciones. Luego, por recomendación de un amigo, presentó su carpeta en el Hilton Colón.
Al poco tiempo empezó a trabajar como guardia en las instalaciones del hotel, ubicado en la intersección de las avenidas Amazonas y Patria.
En está tarea se aprende de otras culturas. Cada día se ven cosas diferentes. He conocido gente importante.
En ese cargó estuvo un año y seis meses. Después fue ascendido a trabajar como botones. La exigencia en su nuevo papel lo motivó a estudiar inglés. Esa es su trayectoria en los ocho años que lleva prestando sus servicios.
Así, además, fue aprendiendo los detalles de su profesión que le han permitido conocer a personalidades y conservar un álbum de fotos inolvidables.
Con los clientes que se hospedan por largo tiempo en el Colón, hasta tres semanas, saluda con cordialidad y los identifica por sus nombres.
Las anécdotas del manabita Quijije son curiosas. “Una vez, un cliente conversaba muy atento. Subí sus maletas hasta la habitación. Allí cerró la puerta y me empezó a preguntar cosas. Yo le dije que solo cumplía mi trabajo “y tuve que salir volado”.
La elegancia en el vestir y el idioma son dos de sus exigencias. En el área de trabajo siempre está atento para informar y orientar a los clientes; o también subir o bajar maletas.
Su tarea ha tenido recompensas notables. Él recuerda que una de las mejores propinas fue cuando un turista europeo le regaló 50 euros.
A sus 34 años, Quijije se pasea por los pasillos del hotel en medio de bromas que le hacen sus compañeros y el reconocimiento de sus jefes por su labor.
Trabaja en el hotel y fue actor
El ascenso de Nelson Cárdenas ha sido lento y seguro en el mundo hotelero. Tiene 45 años. Es oriundo de Los Ríos y encontró su oficio de vida en los hoteles.
Lo principal es dar una buena atención al cliente. Que se sienta como en casa. Me siento feliz con mi
trabajo”. Los inicios de Cárdenas fueron con tareas eventuales como mesero en los hoteles de la ciudad. Allí trabajó durante tres meses. Ese primer contacto lo marcó y cree que desde ese entonces “lo picó el bichito de trabajar en un hotel”.
Esa motivación lo impulsó a buscar trabajo, dejó su afición por estudiar economía y se quedó con su título de tecnólogo, logrado en el Instituto Pichincha.
Así fue a parar en el Swissôtel de Quito, ubicado en la avenida 12 de Octubre. Con esa historia ya lleva 13 años trabajando en este sitio; empezó en el área de limpieza, fue mesero, botones y cattering. En su anecdotario vivió el cambio de lo que fue el hotel Oro Verde hasta Swissôtel.
Su gusto por vivir sirviendo a los huéspedes, desde cualquier área, lo enrumbó en su preparación. Por eso, empezó a estudiar el idioma inglés de 17:00 a 19:00 todos los días. Su propósito es obtener una suficiencia en idiomas.
Luego de haber trabajado como botones fue ascendido a jefe de conserjería. En esta área es responsable de guiar a los visitantes. Siempre se muestra cortés y amable. Incluso conversa con los clientes en inglés. Dentro de su tarea suele recomendar los sitios más emblemáticos y turísticos que tiene la ciudad.
También es encargado de coordinar la transportación de los clientes.
Por su trabajo llegó a conocer a artistas, presidentes como Fidel Castro, Bill Clinton…
Hasta participó con el papel de ser un ‘extra’ en la película ‘Prueba de vida’; porque se filmaron escenas en este hotel.
Ahora es el capitán de los botones
El oficio de ser botones lo desempeña con pasión. Edwin Herrera, 38 años, casado, tiene conocimientos de dos idiomas: inglés y francés. Su preparación lo llevó a convertirse en capitán de botones del hotel Dann Carlton, en la capital.
La tarea de un botones no solo es cargar maletas. Hay que saber idiomas y conocer cultura y turismo del paísEn ese trabajo lleva 11 años. El gusto por especializarse y conocer más detalles de su profesión lo motivaron a seguir estudios universitarios en la carrera de Hotelería y Turismo. Actualmente, él está en cuarto año, en una universidad privada.
Además, ha sido invitado a las aulas de otra institución para que capacite a estudiantes. Allí comparte sus experiencias vivenciales y la teoría.
Con esa experiencia detalló que en su profesión hay rangos y escalas. El capitán de botones, cargo que él ocupa, es uno de los más altos. Luego, están el botones, el ‘valet parking’ y el portero. La palabra ‘valet parking’ se refiere a la persona que recibe los vehículos y los acomoda en el estacionamiento.
Cada cargo lo debe cumplir con responsabilidad para poder subir de rango. Herrera, con su preparación llegó a dirigir al grupo de botones. Sus compañeros con los cuales comparte las tareas diarias son Mauricio Correa, Oswaldo Tadeo, Édison Paredes, Robert Alman, Miguel Carrera y Rolando Bejarano.
Herrera estudió el origen de su profesión y por eso insiste en que es necesario que quien se dedica a ser botones debe tener las bases suficientes de inglés y otro idioma, cultura general y saber las zonas más turísticas que tiene, por lo menos, la capital. Es cauto y reservado con cifras y anécdotas. Pero todavía recuerda que la propina más alta que recibió fue de USD 100.
Un saludo con acento cafetero
La vida de Arturo Villamil, botones del Sheraton, ha girado siempre en torno a un hotel. La historia de este colombiano de 47 años tiene dos partes. Una primera etapa antes de su llegada al país. Y una segunda que se escribe en los ocho años que trabaja en el hotel; de las avs. República de El Salvador y Naciones Unidas.
Villamil nació en Bucaramanga (Colombia), trabajó en Bogotá y ahí adquirió experiencia en dos cadenas hoteleras grandes. Era el encargado de la parte administrativa; fue auditor y recepcionista. Desde ese cargo solo observaba el papel que cumplían los botones.
Uno tiene que saber algo de psicología. Hay que ser cauto con el estado de ánimo de cada visitante
del hotel. Conserva su acento colombiano. Formó una familia. Su esposa, Luz Elena Ariza, se dedicaba -en Colombia- solo a las tareas hogareñas. Sin embargo, desde que empezó a vivir en el país, Ariza también entró a trabajar en un hotel de la capital. Ahora, ocho años después, ella es recepcionista.
Villamil, en su profesión es hábil con tácticas para cautivar a los clientes. Uno de sus secretos es recibir siempre al huésped, saludarlo por su nombre y apellido y darle la bienvenida.
Él pronuncia palabras en inglés, si el visitante es ‘gringo’, para el saludo inicial. Lo guía hasta las habitaciones; luego del correspondiente registro en la recepción del hotel.
En ese trayecto oferta bebidas calientes o frías, según el clima. Su tarea, además, consiste en ser parte de los ‘check-in’ y del ‘check-out’ (ingreso y salida).
Por su trabajo recibe una propina. El ingreso va a una caja común que se reparte entre sus seis compañeros: Ángel y Alejandro Carrera; Tony Freire, Andrés Plazas y Alexis Padilla.