Andrés Acosta y Christian Chulde llegaron al parque Bicentenario aproximadamente a las 08:00 de ayer, martes 18 de marzo. Se instalaron bajo un árbol en un parterre, casi en el extremo sur del antiguo aeropuerto. Ahí ubicaron la mercadería que ellos mismos elaboraron unas semanas atrás.
Sus camisetas -más de 30, a USD 10 cada una- con varios diseños relacionados a la banda de thrash metal se terminaron en menos de una hora. El resto de su producción consistía en cintas, botones, buzos y hasta banderas y más ítems, que iban desde el módico USD 1 (cintas) hasta los USD 25 (banderas). Todo se vendía bien.
Parte de lo que se vivía en la mañana de ayer tenía mucho que ver con la identificación; con el ser parte de la familia de Metallica. Por eso, se entiende el volumen de ventas de los comerciantes, había uno cada 5 metros a lo largo de la avenida Amazonas.
Mientras Andrés y Christian atendían a sus clientes bajo la sombra de un árbol (a esa hora el sol no era tímido), otros vendedores preferían caminar y exhibir sus productos a lo largo de la fila. Había gorros contra el frío e incluso plásticos con el logo del grupo. “Oye, pero este cintillo está mal pintado”, dijo uno de los clientes a uno de los vendedores. “Tranquilo, mi socio, acá te tengo el verídico”, le respondía el comerciante que mostraba orgulloso el logo del grupo, que había replicado con sus propias manos.
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Pero no todo el movimiento comercial estaba relacionado con la banda. En horas de la mañana, cuando los primeros locales de comidas del sector abrieron sus puertas, empezaron a atender a los hambrientos que habían pernoctado en carpas o bajo plásticos. Los restaurantes de esa zona parecían atender en exclusividad a los vestidos de negro.
Incluso, dado el cierre de la calle Río Topo, varios puestos de comida informal se instalaron en esa pequeña calle para satisfacer la demanda de desayuno de los metaleros. Había platos para todo bolsillo y gusto; desde cebiches de USD 5 hasta morochos de USD 0,50. También había ofertas de comerciantes que vendían café directamente a las personas de la fila y, para que no pierdan su puesto yendo a las tiendas, hasta les ofertaban cigarrillos a USD 0,25.
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Aunque el foco de este movimiento se daba principalmente en la av. Amazonas, era posible divisar camisetas de Metallica dentro de locales de comida ubicados hacia al occidente de la av. De la Prensa. Pese a la intensa actividad de esas primeras horas, cabe decir que se mantenía hasta entonces cierto orden. Lo único por lo que los asistentes reclamaban era por la falta de tachos de basura, porque los desperdicios se acumularon desde la noche anterior.
La mayoría de quienes bordeaban el primer kilómetro del parque, llevaron carpas y plásticos para protegerse del clima. Los más preparados llevaron sillas plegables, música en parlantes, revistas y tampoco faltaron las cartas para jugar cuarenta. Pero ni a ellos ni a los colegas de Andrés y Christian les faltaba alguna identificación metalera. Ayer la norma apuntaba a que había que ser metalero, aunque sea por un día.
- 42 000 Personas fue el aforo previsto para el parque Bicentenario durante el concierto de la banda.