La película ‘Lucha de titanes’, que se estrena hoy en Ecuador, contiene tanta acción, tanto vértigo, que es probable que el director Louis Leterrier tiene al dios Ares entre sus deidades preferidas.
Lo mejor del filme son justamente las batallas, los monstruos, los trajes de los guerreros, las armas y los efectos digitales, trabajados con notable esmero por la producción.
fakeFCKRemoveIncluso hay una colosal batalla con escorpiones que dejará satisfechos a los amantes de esta clase de escenas. Ares, el dios de la guerra, seguramente debe estar contento con el resultado, aunque el director, pese a la violencia, no muestra mucha sangre derramada.
Quizás el vanidoso Adonis también hizo su parte, pues el reparto de la soldadesca es testosterona pura, empezando por Sam Worthington, quien interpreta a Perseo, el personaje central de la película.
Inspirado en un filme de 1980, ‘Lucha de titanes’ cuenta las hazañas de Perseo, un semidiós abandonado a su suerte que, de pobre pescador, recibe una peligrosa misión para salvar a la ciudad de Argos de la destrucción de los dioses.
Perseo asume ese reto como humano y no como divinidad, lo que molesta a su padre Zeus.
La cinta tiene puntos débiles, lo que demuestra que las súplicas del director por inspiración debió hacerlas a Atenea, la diosa de la sabiduría.
Leterrier no se anima a profundizar el debate dios-hombre, el cual se menciona ligeramente, sino que permite a los esbirros de Ares despegar todos sus cuadrigas y sepultar todo intento de reflexión con sus, eso sí, temibles monstruos.
También se nota la indolente ligereza del director con la mitología griega, destruida con una versión muy libre que respeta poco. Pegaso no nace de la sangre de Medusa. La novia de Perseo es otra chica. Medusas vive en el sitio equivocado. ¡Y aparece el Kraken, monstruo marino que pertenece a la mitología escandinava! Alguien no fue al colegio.
Pese a esto, ‘Lucha de titanes’ quedó muy entretenida, sin mucho fondo pero con suficiente músculo para una segunda parte, lo cual honrará sobre todo… ¡a Hermes, el dios del comercio!