¿Cuál es la opinión que se tiene en el sistema de rehabilitación social en torno a los medios de comunicación social?
Se los reconoce como un actor importante de la sociedad, pero también como un instrumento con limitaciones. Una de ellas: se preocupan del sistema de rehabilitación solo cuando se produce un hecho que provoca conmoción social.
¿Por ejemplo?
Concentran sus esfuerzos en hechos puntuales y no los abordan de forma integral. Están cuando se da la detención de alguien importante o cuando hay problemas dentro de las cárceles. Luego desaparecen sin profundizar hechos.
¿Qué temas en concreto cree que se han dejado de lado, atender hechos coyunturales?
El rescate de la imagen del guía penitenciario o del sistema de rehabilitación, por ejemplo.
Pero el sistema también tiene deficiencias.
Es verdad que no todo funciona como se quisiera, pero se hacen muchos esfuerzos que deben ser valorados. En comparación con los sistemas de rehabilitación de otros países, Ecuador tiene un porcentaje bajísimo de fugas e incidentes de gravedad como grescas o asesinatos dentro de las prisiones. Eso es positivo para el sistema.
Con la aprobación del proyecto de Ley de Comunicación que se debate en la Asamblea ¿se podría modificar esta situación?
Hasta ahora los medios de comunicación tienen libertad para expresarse y lo hacen a su manera. A veces acertando y otras también equivocándose. Pasa en todas las profesiones porque somos seres humanos. Pero esa realidad no puede ser un pretexto para que se coarte la libertad de informar.
¿Qué representan para usted los medios?
Son el termómetro de la sociedad y deben tener el espacio suficiente para cumplir con ese deber. El país no puede permitirse cerrar las puertas a la libre información y a que las personas elijan a través de qué medio quieren enterarse de lo que ocurre en la sociedad.
¿Cuál cree que sea el riesgo al que la sociedad se expone si se prescinde de ese termómetro social?
Las personas no tendrán acceso a la información y todo el mundo tendrá miedo de decir lo que piensa. Se impondrá una cultura del miedo. Se pensará que cualquier palabra mal dicha puede ser motivo de un juicio en su contra.
Varios asambleístas del movimiento oficialista coinciden en que se ha abusado de esa libertad para expresarse.
No quiero decir que se deba permitir que todo el mundo diga lo que quiera y que si comete excesos no deba ser juzgado. El punto es que si hay una mordaza legal de por medio, la gente guardará silencio. Es como una advertencia a la que pocos querrán exponerse, así tenga la razón o quiera denunciar un hecho comprobable.
¿Qué alternativas puede haber frente a los problemas que menciona sobre el proyecto de Ley de Comunicación?
La ciudadanía es la que tiene que exigir que no se apruebe una Ley que restrinja la posibilidad de expresarse libremente. También está llamada a pedir cuentas a las autoridades sobre lo que hacen o dejan de hacer luego de ser elegidos a través de las urnas. Un error común es esperar a que el otro haga todo por mí y no asumir el papel que cada uno tiene, como veedor de las autoridades.
Los medios de comunicación también son una herramienta de rendición para el poder público.
Claro, pero pensando siempre en la ciudadanía. Una tarea pendiente en el ámbito de rehabilitación social es pedirle explicaciones a las autoridades que administran el sistema. Hay que preguntarles cómo y en qué han invertido el dinero que fue entregado por el Gobierno para mejorar la situación de los privados de libertad y los trabajadores del sistema. ¿Se está cumpliendo con todos los objetivos previstos por el Régimen?
¿Cuál es su respuesta?
En el caso de los guías penitenciarios, por ejemplo, se ofreció capacitación especializada y hasta ahora no se cumple. Con el personal administrativo pasa algo muy similar. La prensa debería denunciarlo y velar porque los recursos del estado cumplan con su objetivo.
Este Diario han publicado investigaciones sobre las anomalías en el sistema de rehabilitación. Incluso sobre los abusos de los guías penitenciarios a los privados de libertad.
Hay una visión equivocada sobre los guías. Nosotros estamos expuestos a pasar de cuidadores a inquilinos de las cárceles. Nuestra vida siempre está en constante peligro.