‘Mi madre me contaba que cuando ella era guaguita recogía agua del lago San Pablo (Otavalo) para las necesidades de la casa. Así lo hacían todas las familias que habitaban en los alrededores. En ese tiempo, el Imbakucha (lago sagrado), todavía estaba claro y con menos contaminación. Ahora se le ve enfermo y muy oscuro. Los niños nadaban en sus aguas y no presentaban los problemas de piel como ahora. Sin embargo, los rumores de los vecinos aseguraban que en la ciudad de Otavalo el agua llegaba a las casas por tubería. Eso me parecía mágico y hasta cierto punto irreal, porque para nosotros significaba caminar largos trechos con trastos de plástico o vasijas de barro para conseguir el líquido.Con el tiempo, comprendí que tener agua por tubería no era un lujo de ricos o de los señores. Era un derecho al que podíamos acceder todos. Así empezamos a tomar conciencia de esta idea de igualdad, a pesar de que sabíamos también que no sería fácil. Teníamos que trabajar duro para conseguir transportar el agua desde las vertientes hasta nuestras pequeñas y rústicas casas. Una dura labor que aún ahora se mantiene.La organización comunitaria, si bien no era tan unida como ahora, funcionaba para las mingas y para suplir las necesidades en común. Tras largas asambleas y reuniones, se decidió traer el agua desde las montañas de Araque (situadas a 10 kilómetros de las ocho comunas que hoy en día se benefician: Camuendo, Quinchuquí, Yacupata, La Compañía, Agato, Araque, La Compañía Alta y Ariasyacu).Recuerdo muy bien esos días de minga, cuando con azadón y pala mis padres y mis hermanos mayores salían a excavar la zanja primero y luego traían los tubos para conducir el agua. Nos tomó varios años terminar este sistema, que hace cuatro años empezó a funcionar con bombeo.En los cantones Otavalo y Cotacachi se dio un lazo muy fuerte entre el agua y los indígenas de las zonas rurales. La mayoría de los sistemas de agua entubada o potable fueron obtenidos tras varios años de mingas constantes.Es por eso que en este paro indígena la participación de los miembros de las juntas de aguas (son 25 en la zona que administran este servicio a 160 comunas) es muy activa. Soy presidenta de Sumac Yacu, una junta de aguas que atiende a ocho comunas en torno al lago San Pablo. Nos oponemos a la Ley de Aguas porque no es justo que se nos quite a manos lavadas la administración de un sistema que fue conseguido, literalmente, con el sudor y el esfuerzo de miles de campesinos en las últimas tres generaciones. Nuestra junta atiende a 2 000 usuarios. Es verdad que tenemos fallas, pero son cosas que se pueden corregir si contáramos con asesoramiento técnico y recursos económicos complementarios para mejorar el riego. Hoy disponemos de seis horas diarias de agua cuando hace más de 30 años eso era un sueños impensable para nosotros. Los usuarios de Sumac Yacu pagamos en total unos tres dólares al mes por 12 metros cúbicos de agua a los que accedemos.Claro que runas y guarmis (hombres y mujeres) todavía no hacen conciencia totalmente sobre el pago puntual de sus obligaciones. Pero trabajamos en eso con charlas donde se les enseña cómo funciona este servicio y la cloración y las privaciones que vivieron nuestros antepasados frente al uso del agua.El Ministerio de Vivienda nos ha ayudado con algo de asesoramiento técnico, pero no ha sido suficiente. Necesitamos un nuevo apoyo del Estado. Eso sería mejor que quitarnos la oportunidad de seguir con el manejo de este bien tan antiguo.Sé que por esto, los demás miembros de la sociedad nos consideran egoístas a los indígenas. Yo les respondo que solo se llega a valorar lo que se consigue con tanto sacrificio.Aun así, muchos no nos entienden. Menos los políticos y el Gobierno, que tratan de impedir que protestemos por el agua. Nos gustaría que vinieran a nuestras comunas para mostrarles nuestra realidad y así puedan hacerse de una opinión más real. Por medio de esta organización queremos conseguir un mejor caudal de agua para abastecer a la gente con líquido todo el día y no solo las pocas horas a las que accedemos con tanto sacrificio en nuestros poblados”.