El amanecer del segundo día de la tragedia en Atocha Alto, al occidente de Ambato, no fue distinto al anterior. Las siete familias, cuyas viviendas fueron dañadas por el agua y el lodo de una acequia, trataban de volver ayer a la normalidad a su modo.
La acequia se desbordó la noche del domingo pasado.Graciela Álvarez, su esposo Enrique Galarza y sus cuatro hijos retornaron ayer a las 07:00 a su maltrecha vivienda. En grupo trataban de limpiar los cuartos.
Pero el lodo y el agua cubrían la sala, los dormitorios, el comedor, el baño y un taller de zapatería. La avalancha, que se formó por la fuerza del agua de la acequia, bajó por la calle Disparates y Caricaturas y sorprendió a todos.
“Nos quedamos con lo que llevábamos puesto. No pudimos rescatar nada esa noche. Todo se perdió en la avalancha. Ahora, pedimos la ayuda de las autoridades”, solloza la mujer.
Esta familia no durmió en su pequeña casa. Tenían miedo a que ocurriera otra vez. Se refugiaron en la casa de una cuñada, donde les prestaron algo de ropa y les dieron de comer.
Enrique Galarza puso sus esfuerzos en quitar el fango de los enseres. Tres trabajadores del Municipio de Ambato le ayudaban. Sus hijos sacaban los colchones, roperos, muebles y el equipo de sonido a la terraza para que se secaran con el sol.
Álvarez, en cambio, buscaba las herramientas y las hormas de su pequeña zapatería en el lodo, que alcanzaba 25 centímetros de alto. Esta familia perdió USD 5 000 en materiales y tres docenas de zapatos que estaban listos para ser comercializados en la feria de lunes en Ambato.
“Quedamos endeudados. Las herramientas y los materiales se destruyeron o se perdieron. No tenemos qué hacer. La zapatería era el sustento de la familia”, narra la mujer.
En total, siete construcciones fueron afectadas por la acequia Darquea. Esta se sitúa 1 kilómetro cuesta arriba de la población compuesta por 30 edificaciones, levantadas en la pendiente.
A su paso, la avalancha abrió anchas y profundas zanjas en la calle empedrada. Días atrás, el Gobierno Provincial de Tungurahua (GPT) había terminado la construcción del alcantarillado, valorado en USD 51 000. De los 4 kilómetros se perdieron 2.
La vivienda de María Caguana, otra de las afectadas, recibió el impacto de la mayor fuerza del lodo. Junto a su casa se abrió una zanja de 2 metros de ancho por 3 de profundidad.
Más abajo, en el inmueble de Patricio Quinapanta, este artesano cuenta sus penurias. “Me quedé en la calle. Los electrodomésticos, muebles y camas fueron sepultados por el fango que cayó por el techo de zinc”, explica este hombre que trabaja en una fábrica de calzado junto al mercado América.
Con profunda desolación, Quinapanta botó a la basura dos colchones, un armario y otros objetos que se destruyeron por el impacto de los materiales que rodaron por la ladera donde hace 10 años erigió su casa.
Ocho alumnos de la Escuela de Formación de Soldados de Ambato apoyaban a quien lo pedía. Esta tragedia, según Carlos Sánchez, director de Recursos Hídricos del GPT, no debió ocurrir. “Hace 5 días se terminó de embaular (construir) la acequia, pero la usaron antes de tiempo”.