El español Albert Ramos-Vinolas (der.) ensaya con su entrenador Noel Lozmozos.Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Las zapatillas del argentino Renzo Olivo se estropearon tras su intenso partido de la primera ronda del ATP 250 de Quito, ante el ecuatoriano Emilio Gómez. Esto obligó a que su preparador físico, Emilio Merchán, saliera a los centros comerciales de la capital en busca de unas nuevas.
En ocasiones, los tenistas del circuito ATP World Tour cuentan con auspiciantes, quienes inmediatamente les proveen de indumentaria. No le ocurrió lo mismo a Olivo, de 24 años, y 103 en el escalafón de la ATP, en el encuentro del martes 7 de febrero, en el Club Jacarandá, de Cumbayá.
El complejo recibe, desde el 4 de febrero, a chilenos, argentinos, dominicanos, ucranianos, croatas, australianos…
El gaucho, de 24 años, al igual que varios de sus colegas, tiene apoyo personal, en el torneo. Vino con Merchán, su preparador físico desde el 2007.
Otras veces, el talento -que el 2016 jugó la primera ronda de la Copa Davis-, viaja con su ‘coach’ Francisco Yunis.
Su cuerpo técnico también lo conforman un kinesiólogo, un nutricionista y un asesor de marketing. Pero no todos pueden viajar. Varios torneos otorgan a los tenistas opción para costear la presencia de un acompañante del deportista. A los Grand Slam, los ‘top’ van con todo su cuerpo técnico.
Por ello, Merchán y Yunis se turnan para asistir al ‘ilusionista’, como es conocido el jugador, en su recorrido por los países. En este periplo, el preparador físico ya estuvo junto a su amigo y pupilo, en Estados Unidos, Brasil, Turquía, Francia, España y Alemania. “Es una bonita experiencia que podré contar en el futuro”, dice Merchán, de 34 años, quien nació en Rosario.
El entrenador español Noe Lozmozos también viaja con su compatriota y pupilo Albert Ramos. El deportista también tiene como técnico a José María Díaz. Los dos especialistas se turnan para acompañar al jugador, quien está en el puesto 30 del ‘ranking’.
Por su cercanía, Lozmozos dice que, a veces, ni siquiera le hace falta hablar con el tenista para ponerse de acuerdo en una estrategia. Para él, es importante la confianza y el respeto entre ambos para llevar adelante su trabajo.
Lo mismo creen el argentino Nicolás Kicker y su entrenador Juan Pablo Gandará. Formaron una dupla de trabajo desde diciembre del año pasado. Y, en este corto tiempo, ya han viajado juntos a Río de Janeiro, Sao Paulo, California y Miami. Su última parada es la capital ecuatoriana
Para Gandará, de 30 años y que se retiró como jugador a los 22 por falta de recursos para gestionar su carrera, debe existir mucha complicidad entre el jugador y el técnico. “Uno se encarga de entrenarlo, organizar sus partidos, analizar los defectos del rival y plantear una táctica. También hay que darle apoyo psicológico, a veces”, cuenta el gaucho.
El jueves, en una de las canchas de arcilla del Jacarandá, ambos peloteaban para mejorar los reveses del tenista. Los acompañaba Juan Pablo Paz, quien marcha en el puesto 359 y llegó a Quito con el objetivo de adquirir más experiencia a escala internacional.
A otros tenistas les gusta el apoyo familiar. Ese es el caso de Horacio Zeballos, quien está en el puesto 69 del escalafón ATP. A sus 31 años, él se vino a Quito con su padre (quien lleva el mismo nombre).
Su progenitor le inculcó a que se dedicara a este deporte desde su niñez. “Desde que tenía un año y medio, mi hijo correteaba detrás mío en las canchas del club privado que tengo. Era imposible que no se dedicara a este deporte”, dice el formador de talentos, que vio a su hijo ganarle al español Rafael Nadal, en el 2013, en Chile.
Con su heredero, se ha desplazado a Italia, Alemania, Estados Unidos, Francia, Suecia y Portugal, entre otros países. Eso, pese a que su hijo cuenta con el ‘couch’ Alejandro Lombardo. Él no vino a Quito, pero lo acompaña a la mayoría de sus competiciones ATP.
Su hijo compite en 27 torneos al año. Los tenistas juegan más de 20 campeonatos en una temporada.
Y, aunque los tenistas se sienten seguros con sus ‘coachs’, hay algunos que vienen solos o con sus parejas. Así lo hizo, el australiano Mathew Edben, quien avanzó hasta los octavos de final del ATP de Quito. Su pareja lo alentó en las gradas del Jacarandá, hasta que el tenista cayó ante el italiano Paolo Lorenzi.