Vista de las honras fúnebres de los 5 policías que perdieron la vida en un atentado con explosivos contra el cuartel del barrio San José en la capilla de la escuela de policía Antonio Nariño en Barranquilla (Colombia). Foto: Agencia EFE
Pese a los inicios auspiciosos que dejó la firma del proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el país transita por un sendero complicado para fortalecer el fin de la violencia. Los últimos ataques del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que el fin de semana dejaron siete policías muertos y al menos 46 heridos, sumados a los enfrentamientos de esta fuerza con los disidentes de las FARC, las acciones de estos contra el Gobierno, y las del crimen organizado dejan la incertidumbre y la desesperanza de que el conflicto demorará en tener un final.
Según International Crisis Group, en su informe titulado ‘Los grupos armados de Colombia y su disputa por el botín de la paz’, desde el armisticio de noviembre del 2016 con las FARC, “actores armados rivales han ocupado su lugar, librando una batalla por los despojos: el control de comunidades y territorios aislados, muchos de ellos ricos en negocios ilícitos”. Entre ellos está Tumaco, desde donde se distribuye cocaína hacia el Pacífico, Chocó y las zonas de contrabando en frontera con Venezuela.
Según este informe, si bien la tasa de homicidios disminuyó en el 2016, el año pasado hubo un rebrote. “Además, unos 51 líderes sociales fueron asesinados en la primera mitad del año, comparados con los 26 en el mismo período en 2016”.
Eso explicaría en algún modo la posición del ELN para la serie de ataques cometidos desde el fin del cese bilateral al fuego, el 9 de enero. Su objetivo era “mejorar la situación humanitaria de la población”, según el comunicado del ELN de ayer, en el que insta al Gobierno a retomar los diálogos que se desarrollaban en Quito.
El ELN acusa al Gobierno de recrudecer la persecución. “Antes del cese asesinaban un líder cada tres días y durante el cese y en este mes de enero, pasaron a asesinar un líder cada dos días”.
Pero el jefe negociador del ELN, Pablo Beltrán, no hizo mención alguna a los ataques del fin de semana. Dijo, más bien, que bajar la intensidad del conflicto requiere de un “esfuerzo bilateral”.
Beltrán espera que del diálogo se pueda pactar “un nuevo y mejor cese bilateral”. Además, para el ELN, sus acciones son una respuesta “a la ofensiva militar” que lleva adelante el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
El ELN, de orientación guevarista, cuenta con unos 1 800 miembros. Afirma que sus ofensiva contra la infraestructura petrolera y la fuerza pública se debe a que el “Ministro de Defensa y altos mandos militares amenazaron con lanzar una gran ofensiva contra el ELN si este no prorrogaba el cese al fuego”, según una de sus páginas web.
Ayer, por ejemplo, líderes aborígenes denunciaron un bombardeo efectuado en extrañas circunstancias en el departamento de Chocó (noroeste). Luego de conocerse esta denuncia, la Fuerza Aérea colombiana confirmó que los bombardeos tuvieron lugar en la madrugada de ayer, y manifestaron que son un acto legítimo de las fuerzas militares en contra de la última guerrilla en el país, el ELN.
En declaraciones citadas por la prensa local, los uniformados explicaron que buscaban atacar a miembros de un frente de guerra del ELN que opera en el Litoral de San Juan, en el departamento de Chocó, y que estarían reunidos allí.
Para Santos, el ELN no ha tenido coherencia: habla de pacificación pero recurren a la violencia. Y que, de no cesar en ella, no se iniciará la quinta ronda de diálogos que se pospuso el lunes. Y ordenó actuar con firmeza contra ellos.
Otros frentes de conflicto
La firma de la paz con las FARC desmovilizó a unos
11 200 armados. Pero entre 800 y 1 000 se mantienen alzados en armas. Según la Fundación Paz y Reconciliación, están repartidos en 15 grupos, en 43 municipios. De ellos, los más fuertes están en los departamentos del Cauca y Nariño, en la frontera suroeste con Ecuador. Las otras fuerzas operan con influencia mayor en Guaviare, en el centro-sureste.
Para International Crisis Group, son cuatro las características que definen a los disidentes. Por una parte, son subconjuntos de las unidades originales de las FARC, pues “ningún frente completo ha abandonado las FARC”. Un segundo elemento es que todos se dedican a actividades económicas ilícitas. Finalmente, buscan dominar un territorio y, en lo posible, expandirse.
Si el ELN tiene 1 800 efectivos y las FARC disidentes son unos
1 000, el otro problema y con un número mayor son los grupos armados organizados. Para el Estado colombiano son los Gaitanistas y el EPL y tiene el derecho de combatirlos con estrategia de guerra.
Los Gaitanistas afirman que tiene unos 8 000 efectivos que operan a lo largo de la costa atlántica y pacífica, según el informe. Afirman que tomaron las armas por un proceso de paz mal hecho luego de la desmovilización paramilitar. Dicen, además, defender su territorio del ELN.
El frente Libardo Mora Toro del EPL, según el Gobierno, es parte del crimen organizado. Para los habitantes de Catacumbo, frontera con Venezuela, son guerrilleros que no se entregarán al Gobierno.