El desbordamiento del río Daular afecto a 100 familias de esta comuna de Guayaquil. Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO
La huella está fresca en las paredes humedecidas, en las calles desbaratadas, en los pies enlodados de los niños. Quienes viven en Daular, una comuna de la parroquia Chongón, perteneciente a Guayaquil, están acostumbrados al aislamiento. Pero no tanto a las inundaciones.
De hecho, la última gran creciente del río Daular fue en abril del 2015. Y volvió a repetirse el pasado martes, 9 de mayo del 2017.
“Pensábamos que el invierno ya se había acabado. Pero no fue así”, dice Johnny Ramírez mientras recorre una de las pocas calles asfaltadas de este poblado de 1 200 habitantes, ubicado a más de una hora del centro urbano, y donde la mayoría se dedica a la agricultura en las haciendas cercanas.
El agua comenzó a subir a las 07:00 del martes. La corriente del Daular arrastró palizada, formó un corcho que taponó las bases del puente principal, poniendo en riesgo el principal acceso. El caudal buscó por donde correr y la ruta de escape fue el pueblo.
En las zonas más bajas el río cubrió más de un metro de altura, obligando a los comuneros a salir con sus familias para luego regresar al rescate de algunos electrodomésticos. 55 familias pasaron dos días en la angosta casa comunal, donde se tendieron colchones en el piso para recibir a las mujeres y a los niños.
Johnny abandonó su casa porque el agua le llegaba al pecho. Salió con su esposa y sus tres hijos, que ahora juegan en los caminos cubiertos por el lodo. El agua descendió la madrugada de este jueves 11 de mayo del 2017, pero sacó a flote otros problemas que aquejan a Daular, una comuna creada en septiembre de 1938.
“Queremos que hagan calles asfaltadas, que draguen el río, que arreglen el puente. Queremos que la comuna mejore”, dice Cicerón Solórzano, mientras muestra el camino que dirige a su vivienda, cubierto por una laguna lodosa.
John Peñafiel, su vecino, continúa con la lista de pedidos: tienen agua potable, pero una tubería se dañó con la inundación y el servicio se cortó; la lluvia además los dejó sin energía eléctrica, y cuenta que tienen un dispensario hace dos años pero no hay médicos. “Tampoco tenemos una buena vía de entrada”.
Su moto ha tenido que soportar los cráteres que impiden movilizarse con rapidez por el camino que conecta Daular con la vía a la Costa. Son 10 kilómetros de asfalto resquebrajado y baches, un recorrido de casi 40 minutos por una vía sin iluminación, rodeada de bosques abandonados donde pastorea el ganado.
En medio de la espesa vegetación resaltan algunos letreros descoloridos que anuncian la construcción del nuevo aeropuerto de Guayaquil. Aquí se proyecta construir una de las terminales aéreas más grandes y modernas de la región, que estará lista en el 2024.
El Municipio de Guayaquil está a cargo de esa obra. Y en los últimos años también ha desarrollado algunos proyectos para la localidad, como el servicio de alcantarillado y la construcción de una vía alterna que fue inaugurada en el 2015. Pero los comuneros dicen que aún no saben si conservarán sus terrenos.
Por ahora, el pueblo se esmera en retomar su ritmo. Tras el desbordamiento del martes, la intensa lluvia del miércoles 10 de mayo por la noche extendió la inundación.
Lo que sucedió en esta comuna evidencia la fuerza de la estación lluviosa. El Comité para el Estudio Regional del Fenómeno El Niño (Erfen) anunció que el invierno empezaba a declinar; sin embargo, no descartó la aparición de eventos puntuales y de intensidad durante mayo, como el de Daular.
Mayo es un mes de transición entre la época lluviosa a la seca. Sus registros suelen ser bajos; por ejemplo, en Guayaquil el promedio histórico del mes alcanza los 62,6 milímetros en la estación del norte del Instituto Nacional del Meteorología e Hidrología (Inamhi). En este año ya va por los 82,9 mm.
La tarde de este jueves el agua disminuyó en Daular y algunos pequeños jugaban afuera del albergue. Adentro, sus madres aguardaban por las donaciones de alimentos e implementos de aseo que envió el Municipio de Guayaquil.
Elvia Ladines y Jéssica Martínez esperaban ser parte del censo de damnificados para recibir las raciones. Pero Juan Ramírez, de la Dirección de Gestión de Riesgos de la Alcaldía, explicó que tenían raciones para atender a los más afectados. En total, unas 100 familias sufrieron las consecuencias de la inundación.