Varias familias permanecen en el albergue Semillitas de Dios, ubicado en Santo Domingo de los Tsáchilas. Juan Carlos Pérez / para EL COMERCIO
Los afectados por el terremoto empiezan una nueva vida lejos de los sitios devastados. En su natal Manabí, por ahora, no desean estar porque temen que las réplicas del movimiento sísmico de hace 10 días los perjudique nuevamente.
Esta movilidad migratoria de los manabitas empezó tres días después de aquel sábado de la tragedia. Buscan localidades más próximas a sus territorios, como por ejemplo Santo Domingo de los Tsáchilas, adonde han llegado familias del cantón Pedernales.
El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) dice que a la provincia llegaron 564 personas agrupadas en 156 familias. Pero el número de afectados migrantes varía conforme pasan los días. Incluso, hay familias acogientes que dieron refugio a estas personas y de eso no saben las autoridades.
Entre los mismos afectados dicen que superan los 2 000 albergados. Ellos se encuentran en los seis albergues monitoreados por el MIES y en las viviendas acogientes. Luisa Guagua agradece la labor solidaria de Gloria Andrade y le insiste con un “Dios la bendiga siempre”.
Ella salió de Pedernales junto con otras 14 personas que ahora tienen refugio provisional en la vivienda de Andrade. La santodomingueña, que reside en la vía a Chone, no dudó en recibirlos cuando los vio pasar frente a su casa, con sacos y mochilas sobre sus hombros. Iban con rostros tristes, cansados, con el sudor que empapaba hasta el último hilo de su ropa. Una camioneta los dejó cerca de ese lugar y entonces empezaron una caminata por la ciudad, como aventureros sin rumbo.
Andrade tuvo que improvisar un refugio en el patio y también en el espacio de su sala. Cuenta que estos momentos difíciles son una oportunidad para demostrar la solidaridad ante todo. Ella evoca que los primeros días con sus nuevos inquilinos fueron difíciles. En las noches tenía pesadillas que interrumpían su sueño, pensando en el terremoto y en cómo se las ingeniaron para salir de sus casas antes de que una pared o la casa se les vinieran encima.
Paola Balda y Narciza Cevallos arreglan ropa que fue donada, mientras viven en un albergue en Jama. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
El director del MIES en Santo Domingo, Mauro Tapia, señala que de a poco se tabulan datos de los afectados. Al momento se entregan kits de alimentos y ropa. Hasta ayer se proporcionaron 1 830 conjuntos de estas ayudas que se tienen por donaciones, según Tapia.
Gladys Cedeño, habitaba en el sector La Chorrera en Pedernales. El pasado miércoles, tras el movimiento sísmico, se embarcó en un camión y con la ropa que tenía llegó al albergue del recinto ferial en la tierra tsáchila. Ahí se encuentra junto con otras 300 personas de Pedernales y dice que supera aún los efectos de ese evento. “Ya no quiero volver allá, tenemos mucho miedo, mis hijos no duermen y se sienten muy mal”. Pero otros habitantes de Pedernales prefirieron acudir donde sus familiares.
Luis Zambrano ahora ayuda a su hermano en el restaurante que él tiene en el centro de Santo Domingo. Lo mismo hacen sus dos hijas. Sus parientes los acogieron por la emergencia que tienen y también les dieron empleo para que puedan recuperarse de las pérdidas. El alcalde Víctor Manuel Quirola asegura que la migración de los afectados es comprensible pero les preocupa porque los recursos que tienen se están agotando. “Las alícuotas de febrero y marzo no han llegado y estamos presionando para que nos entreguen en lo posible”.
Similar pronunciamiento hizo el prefecto Geovanny Benítez. El funcionario sostiene que desde la emergencia decidieron atender a los habitantes de Pedernales con maquinaria y atención social. “Si esta migración continúa no vamos a poder atenderlos a todos”.
El alcalde Pedernales Gabriel Fernández hizo un llamado para que las familias del cantón permanezcan en los albergues. Cuenta que algunas familias estuvieron hasta el martes pasado y debido a las réplicas optaron por irse a Santo Domingo. El tiempo de viaje entre la provincia Tsáchila y Pedernales toma dos horas. Y pese a que esa ruta ha tenido problemas por los derrumbes, los pedernalinos se aventuran a salir de su tierra natal. No les importa cómo, pero todos coinciden que prefieren olvidar la tragedia de ese sábado que los marcó.