En los laboratorios de ADN de la Fiscalía General se analizan las osamentas de personas halladas en lugares desolados. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.
Desde que las osamentas de su hijo Álex, de 29 años, fueron encontradas en un terreno desolado de Caspigasí (Calacalí-Mitad del Mundo), el guarandeño Carlos Sisalema vive con incertidumbre.
El hallazgo se produjo el 5 de octubre en un sitio arenoso, junto a un botadero de basura ubicado al lado de una pendiente. Cerca de los huesos, los agentes encontraron una alimentadora de arma de fuego. Allí no hay viviendas.
Las osamentas fueron llevadas a Medicina Legal y en la Fiscalía les hicieron pruebas de ADN. El resultado: el esqueleto correspondía al joven desaparecido la noche del 12 de enero en el norte de Quito. Pero su familia no puede enterrarlo porque aún queda por hacer un examen para determinar la causa de la muerte.
“Pese a que han transcurrido más de dos meses, no hemos visto los huesos. Únicamente nos han mostrado en fotografías lo que se halló. Queremos saber qué pasó”, dice Anita Chango, de 30 años, esposa de la víctima.
En las inspecciones policiales realizadas en sitios abandonados para ubicar a desaparecidos se reveló un hecho macabro: el hallazgo de restos humanos en los alrededores de Quito. Una vez localizados, los huesos se someten a dos análisis para ser identificados.
Primero en el Laboratorio de ADN de la Fiscalía en Quito. Datos de esa entidad refieren que, desde enero hasta el 19 de diciembre de este año, allí se atendieron 31 casos que estarían relacionados con personas desaparecidas a escala nacional. Uno es Álex Sisalema.
Otro tiene relación a los tres hermanos, de 7, 5 y 3 años, cuyos cuerpos fueron arrojados en sitios desolados del sur de Quito. Este caso conmocionó al país por la forma cómo fueron encontradas las víctimas en medio de matorrales.
Víctor Aguirre es perito forense del centro de ADN de la Fiscalía. En fundas plásticas guarda con cuidado las muestras de huesos abandonados que llegan allí. Lo primero que hace es limpiarlos con agua o cloro, dependiendo de los tejidos u otros materiales que los cubren. Luego los pulveriza hasta guardarlos en un tubo plástico.
Tras minuciosos análisis se obtiene el perfil genético y sexo del fallecido. Luego se coteja con las muestras de quien busca a un desaparecido y se sometió a pruebas de ADN.
El segundo examen al que se someten los cuerpos abandonados es el de antropología forense en el laboratorio de Criminalística de la Policía.
Con esta prueba se determina la edad, características de las piezas dentales y hasta la estatura de las personas no identificadas que se hallan a la intemperie. Este análisis -asegura Carlos Sisalema- falta que le hagan al esqueleto hallado en Caspigasí. “Mientras no vea los huesos de mi hijo no estaré convencido en un 100%”.
El hombre de 62 años también recuerda que cerca del mismo sitio en donde aparecieron las primeras osamentas y la alimentadora del arma de fuego, los investigadores hallaron la clavícula y dientes que corresponden a otro muerto.
Ocurrió durante otra inspección. Él se asusta al pensar que, en esa zona despoblada cercana a la Mitad del Mundo, se localicen restos humanos. Los uniformados incluso le dijeron que se descubrió a una organización delictiva que llevaba hasta ese sitio a las víctimas que les robaban los vehículos.
Recuerda que su hijo manejó un carro nuevo cuando desapareció en enero. No descarta que lo agredieron por quitarle el auto que hasta ahora no aparece.
El único antropólogo forense con el que contaba Criminalística y que debía hacerle los análisis a las osamentas del hijo del guarandeño, de 63 años, para determinar las causas de su muerte, ya no pertenece a esa institución desde agosto pasado.
Para Telmo Pacheco, presidente de la Asociación de Amigos de Familiares de Desaparecidos y Víctimas de Muertes Violentas (Asfadec), esa es una de las causas por las que no avanzan las indagaciones forenses en los casos de restos humanos hallados en sectores agrestes.
Sin embargo, un alto oficial de la Policía confirmó anteayer (19 de diciembre) que ya se cuenta con un antropólogo forense venezolano y que comenzó a trabajar en esta semana. Pese a que salió el anterior profesional -argumenta el oficial- en Criminalística existe personal calificado para analizar las osamentas e identificar los huesos localizados.
De hecho, en el primer semestre del 2014, la Policía resolvió 1 650 casos de desapariciones en el país. De estas, 53 corresponden a personas que perdieron la vida.
Faltan 22 días para que se cumpla un año de la desaparición de Álex Sisalema. Carlos siente indignación porque sus nietos de 12, 11 y 5 años se quedaron sin su padre…