Laura Mendoza, Francisco Benítez y Fernando Herdoíza preparan la colecta. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Puede ser un menú infantil de una cadena de comida rápida, un juguete de moda o hasta una excursión a España para conocer a los jugadores del Real Madrid. Algunos sueños son más difíciles de cumplir que otros, pero los voluntarios de la Fundación Cecilia Rivadeneira saben que ninguno resulta menos importante: se trata de las ilusiones de un niño afectado por algún tipo de cáncer, y todas merecen convertirse en realidad en un futuro cercano.
Y es en gran parte gracias al trabajo de jóvenes como Laura Mendoza, de 27 años, Fernando Herdoíza (25) y Francisco ‘Keko’ Benítez (28) que esta organización sin fines de lucro sostiene su misión de transformar la calidad de vida de los pequeños pacientes oncológicos y sus familias. Los tres, luego de varios años de voluntariado, hoy lideran brigadas de personas comprometidas a apoyar de distintas formas esta causa. Unos llegaron por curiosidad, otros por cumplir con algún requisito de servicio a la comunidad en sus universidades, pero todos se “enamoraron” de la causa, y la compaginan sus actividades profesionales.
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Las brigadas de voluntarios permanentes se organizan para visitar una vez al mes los pabellones pediátricos de dos hospitales en Quito a desarrollar actividades lúdicas, o para levantar información sobre nuevos casos y la mejor forma de ayudarlos. Todo enmarcado en los cinco ejes de trabajo de la Fundación: investigación, educación, salud emocional, recreación y deporte. Laura, Fernando y ‘Keko’ coinciden en que la satisfacción de ayudar se complementa con un intenso aprendizaje vivencial en temas de liderazgo, relaciones humanas y trabajo en equipo.
Ellos, así como decenas voluntarios de todas las edades a partir de los 16 años, se concentran en estos días en sumar más colaboradores para una de las principales actividades del año: la colecta anual de la Fundación. En cinco ciudades (Quito, Guayaquil, Cuenca, Ambato e Ibarra) el 21 y 22 de abril los voluntarios saldrán a la calle a invitar a los ciudadanos a cumplir sueños a través de su colaboración económica.
Aseguran que vestidos con sus chalecos anaranjados saldrán en busca de ayuda material para multiplicar la ayuda a los niños por cáncer, pero también a esperar que les sonrían y les digan “sigan adelante”.