Los Vivancos se presentaron en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Foto: Maria Isabel Valarezo / El Comercio
El virtuosismo de Los Vivancos radicó en la agilidad de sus pies. Si bien logran dominar las acrobacias y pasos de ballet, el espectáculo está construido con un enfoque en el zapateo de flamenco.
Esta noche en el Teatro Nacional de la C.C.E. la gala dio inicio a las 20:30 con el acto de apertura ecuatoriano. Hugo Noriega deleitó a los asistentes -que todavía se ubicaban en sus asientos- con un duelo de guitarras. Su intervención fue breve y sin palabras se despidió del público para dar paso al acto principal.
Los Vivancos salieron a escena puntualmente. Siete hermanos vestidos con telas blancas aparecieron en escena con música flamenca de fondo. Se fueron despojando de a poco de las telas que los recubrían hasta la cabeza para dar inicio a su incesante zapateo. Los gritos no dejaron de resonar desde un principio.
Allí iniciaron las primeras fusiones que caracterizan a ‘Aeternum Flamenco’ –show con el que vinieron a Quito-. Pasos como el grand jete, abrieron el camino del ballet dentro del espectáculo.
Se vieron entonces once actos centrados en la rapidez de los pies de Los Vivancos –quienes poseen el Récord Guiness de los pies más rápidos-.
Los solos, de cada uno de los hermanos, primaba para dejarlos correr su creatividad y conexión con el público.
El vestuario se mantuvo sencillo pero acorde a las escenas que buscaban pintar los hermanos. En uno de los actos una gabardina con cola larga y vuelos, permitió crear las ondas y los movimientos que un vestido de flamenco hace por sí solo cuando baila una mujer.
La lucha de opuestos se mantuvo presente a lo largo de varias coreografías. Los duelos consistieron en demostrar la música que cada uno crea con sus pies. Aunque no escatimaron en el uso de instrumentos para estos duelos. Utilizaron el cajón, la flauta o el violín, para combinar el movimiento de pies con las melodías que pueden extraer de éstos.
Las coreografías pulidas tuvieron una coordinación exacta. Incluso cuando los integrantes se vendaron los ojos para seguir bailando. Logrando posicionarse simétricamente para continuar con la disposición visual que habían manejado desde el principio.
Para el décimo acto, los Vivancos ya estaban sin camisa y realizaban muestras de artes marciales. La luz se encendía, por momentos, para dar primacía a cada integrante que mostraba un paso distinto. Quizás fue ese el único momento que el diseño de luces estuvo acorde con la historia. Durante el show, luces azules y verdes o blancas giraban entre cada acto sin conseguir conectarse con los bailarines.
El acto de cierre incluyó a Los Vivancos levantando sus brazos para pedir más aplausos. Acompañado del zapateo que realizan en el techo de una estructura metálica. Continuando con el torso desnudo para dar gusto al público femenino.
Para el final se bajaron del escenario y recibieron regalos de sus admiradoras. Una fanática incluso logró robarse un beso de uno de los hermanos que recorren el mundo bailando sobre un tablado.