Stephen Frears dirige un drama real con matices de humor. Foto: IMDB
En el 2007, Stephen Frears caminaba sobre la alfombra roja del Oscar, con la película ‘La reina’ bajo el brazo (un ‘biopic’ sobre la reina Isabel II). Una década después, el director británico regresa a los ambientes palaciegos de Buckingham, con ‘La reina Victoria y Abdul’.
Una aproximación biográfica a la vida de la reina Victoria de Inglaterra y emperatriz de la India, y la relación que mantuvo con un humilde criado hindú. Historia monárquica inspirada en hechos reales y matizada entre el drama y un humor ácido pero efectivo.
El director Frears convoca a su compatriota, la oscarizada Judi Dench para interpretar a una monarca de 81 años, madre de nueve hijos y abuela de 42 nietos, heredera de una tradición aristocrática y conservadora y una mujer firme que se aferraba irritantemente al poder, como ella mismo confiesa, en uno de los momentos decisivos de la cinta.
Una historia y un papel que resultan familiares, para la actriz que en 1997 estuvo nominada al Oscar como Mejor actriz, por interpretar a la misma reina Victoria en la película ‘Su majestad Mrs. Brown’, de John Madden.
En el arranque, el director se toma su tiempo para introducir al espectador en la belleza de los decorados, pasillos, jardines y habitaciones reales. Ambientes en los que revive la cotidianidad monárquica de finales del siglo XIX, entre pomposos atuendos y solemnes interpretaciones.
Ese será el escenario en el que sucederá el encuentro entre la reina Victoria y Abdul Karim. Dos personajes que aparentemente no tienen nada en común, más que una amistad que nace de la violación a una regla protocolaria, y que irá creciendo fundada en la empatía y la confianza. Relación, sin embargo, que pone a la monarquía británica en una encrucijada.
Dench hace derroche de talento al balancear la apatía de una reina que gobierna en soledad y la ternura de una mujer que encuentra en un sirviente y amigo la luz que llegaría a iluminar el ocaso de su vida. Ali Fazal lleva la responsabilidad de representar a una especie de intruso. Un extranjero musulmán, que logra hacer del prejuicio un camino hacia la comprensión emocional y afectiva.