El uso de cámaras GoPro es frecuente en cada aventura que emprenden los pilotos de ultraligeros. Foto: Cortesía Tex Montes de Oca
Pilotear una nave ultraligera es como dar los primeros pasos para incursionar en la aviación. Se aprende a perder el miedo, se vuelve normal la sensación de un vacío en el estómago y hasta se crea disciplina con esta actividad.
Pero en Santo Domingo de los Tsáchilas, esta práctica va más allá de volar sobre los 22 000 pies de altura. Los amantes de los ultraligeros los abordan con la intención de dar a conocer desde todo lo alto los atractivos turísticos de la provincia y de otras zonas de la Costa y la Sierra.
Cada paisaje, montaña, río o sitio emblemático queda registrado en las cámaras que los aventureros no dejan de llevar entre sus accesorios.
Entre la más común está la cámara GoPro, que se la puede llevar sujeta en la cabeza o colocada en un ‘monopie’.
En la actualidad, los vuelos en ultraligeros los hacen 12 personas que tienen sus propios aparatos y pistas de vuelo. Sin embargo, en sus excursiones suelen ir acompañados por amigos, familiares, turistas o novatos que se preparan para sobrevolar en solitario.
Es por eso que no es extraño observarlos ‘hacer filas’ en las pistas particulares o en el sitio conocido como el aeropuerto.
Cerca de 500 personas están vinculadas a este deporte de manera directa e indirecta.
El costo para abordar una de estas naves es casi accesible para todas las personas. El valor de operación fluctúa entre los USD 50 y 80 por hora. Por eso este deporte atrae cada vez más a turistas locales y extranjeros que encuentran otra alternativa en estos viajes.
En la provincia tsáchila, los vuelos tomaron fuerza en 1998.
Uno de los pioneros es Tex Montes de Oca, quien se inició en 1993 luego de su paso por la Fuerza Aérea Ecuatoriana. Cuenta que siempre quiso volar por cuenta propia y hace 22 años lo consiguió tras adquirir un ultraligero en Guayaquil. Se considera un amante de las alturas y también el que impulsó a otros a seguir sus pasos.
Alberto Reyes señala que con él se hizo un amante de las alturas. Tiene su nave y cada fin de semana emprende el vuelo por cielos tsáchilas.
Freddy Campos cuenta que el truco está en conocer el manual y los límites del artefacto. Aunque tome su tiempo, dice que es necesario tener bases para saber sus funciones. Por ejemplo, él tardó dos años en aprender a pilotear en compañía de un experto y un año después voló solo.
Para surcar en ultraligeros es necesario un GPS, brújula o carta de navegación que permiten trazar una hoja de ruta. Los aventureros que despegan de la provincia por lo general alcanzan los 10 000 pies de altura en sus vuelos.Pero hay lugares como los de la Sierra a donde se debe llegar a los 20 000 pies.
Para los pilotos tsáchilas, cruzar las fronteras no es un impedimento en sus travesías. Los vuelos son más usuales a Salinas, Guayas, Manabí, Esmeraldas, Quito y Cotopaxi. Montes de Oca comenta que en 50 minutos, por ejemplo, se arriba a este destino. Para esta ruta hay que prepararse para el frío con chompas gruesas o bufandas.
En Santo Domingo no hay una operadora turística que ofrezca un paquete con la posibilidad de tomar ultraligeros. Los contactos se hacen directo con los dueños de las naves a quienes se los encuentra, el sábado y domingo, en el sector de la pista del aeropuerto, en la vía al redondel de la Orangine.
Para solicitar referencias, el número disponible es el 023 751 553, de la garita del aeropuerto. No es necesario ser experto para sobrevolar. Los guías facilitan equipamiento, asesoría y charlas de seguridad antes de cada vuelo que termina con un selfie.